martes, 17 de diciembre de 2024

EL BAJÍO: Un mexicano que no pica: aguachile y huarache

EL BAJÍO, a 14 de diciembre de 2024, en la calle de Españoleto, n.º 10 de Madrid. Situado en el distrito de Chamberí, en el barrio de Almagro, una de las zonas más señoriales de Madrid.

El conocido como el Españoleto fue un pintor llamado José de Ribera que nació en Játiva, Valencia, en 1591 y fue una de las figuras más destacadas de la pintura barroca. De muy joven marchó a estudiar pintura a Italia y allí conoció la obra del gran Caravaggio y su tenebrismo y terminó por instalarse en Nápoles, en donde le pusieron el sobrenombre de Spagnoletto, y fue la ciudad en la que falleció.


En El Bajío nos encontramos con un restaurante especialista en comida mexicana, a la que llevan dedicados más de 50 años. Podemos encontrar lo que ellos llaman antojitos, que no dejan de ser nuestros entrantes, como lo es guacamole tradicional o quesadillas de queso; también encontramos tostadas y tacos diversos. Entre los platos fuertes llaman la atención las enchiladas y los platos a base de pollo o cordero o la dorada.


Interior de El Bajío

Una vez dentro de El Bajío nos acomodan en la planta baja del local, que es al fin y al cabo el sótano, un sótano con el techo de ladrillo visto, paredes pintadas con un color marrón suave y decoradas con muchos soles dorados, grandes y pequeños. Muy acogedor.


Después de pedir unos vermuts que saboreamos mientras intentamos aprendernos la carta, nos sirven de aperitivo unas tortitas de maíz, para mi gusto algo duras o resecas acompañadas de una salsa verde y otra roja, elaboradas a base de chile ancho y tomatillo, con la advertencia del camarero de que la verde pica más que la roja. Pero el sabor de la salsa de color verde, me ha recordado mucho al ceviche, porque para su elaboración no han escatimado en poner mucha lima y mucho cilantro, lo que le daba un toque muy fresco, además de tener la sensación de estar no muy picante al paladar, como nos había comentado el camarero. Así que, toca mojar la tortita en las dos salsas y probar cuál nos gusta más: mejor la verde por su frescura.

Tacos con salsas verde y roja

Vista la carta y asesorados por el buen hacer del camarero nos decidimos por probar un Aguachile Bajío, o lo que es lo mismo, un plato frío que yo no llamaría ni ensalada ni ceviche, cuya base principal es la corvina, pero que viene aderezado de pequeños trozos de cebolla cruda, tomates, aguacate, chile, pepino, lima verde, aceite y salsa negra, salsa dulzona, que contiene algo de chocolate que le da ese color. Esta salsa tan especial está elaborada, además del chocolate, con distintas especies de chiles o pimientos a los que se le han añadido varias especias. La presentación del plato, con esos colores verdes tan llamativo de la salsa base, que es el aguachile, y esos toques de la salsa negra ha resultado impresionante. Mezclados todos los ingredientes como nos aconseja el camarero, ha resultado una combinación de lo más sabroso, tanto que podríamos haber repetido, pero todavía nos quedaban varios platos por probar.

Aguachile Bajío

Hemos continuado con un Caldo Xóchitl, porque hace un día bastante fresco y apetece una sopa caliente; en este caso lleva el caldo de pollo junto con trozos del pollo cocido y desmenuzado, además de trocitos de aguacate, que aunque sea muy típico en México yo es la primera vez que me encuentro aguacate en una sopa, trocitos de cebolla cruda y cilantro. Este plato viene acompañado de unos gajos de limón para darle un toque más sabroso, aunque de hecho, no hacía falta añadirle ningún otro sabor, porque estaba rica, rica y reconfortante.

Caldo Xochitl

Seguimos probando platos nuevos que nos llaman la atención, como los tacos de langostinos. Nos traen unas tortitas de maíz muy finas y suaves sobre las que han colocado los langostinos rebozados y aderezados con una salsa chipotle, salsa a base de chile ahumado, ajo, cebolla y tomate, además vemos lombarda encurtida que le ha dado un toque ácido y pico de gallo, que es esa mezcla de tomate, cebolla y pimiento o chile cortado en trocitos muy, muy pequeños. Delicioso.

Tacos de langostinos

Dejamos atrás los entrantes para meternos de lleno con los segundos platos, y hemos decidido compartir un Huarache con solomillo, que es un receta típica mexicana; en la base se elabora una tortilla con huevo y frijoles refritos y sobre la tortilla, trozos de solomillo ya fileteado; mezclado ambos elementos ha dado como resultado un plato muy original, con una carne muy tierna y sabrosa. El plato viene adornado con dos pimientos verdes que nos han asegurado que son del Padrón, aunque yo tengo considerado que los pimientos del Padrón son mucho más pequeños, y ya se sabe, que unos pican y otros no, y en este caso, ninguno picaba.

Huarache con solomillo

Terminamos de probar nuevos platos con un Pollo en Mole de Xico que ha resultado ser un pollo ligeramente cocido y con salsa mole, y frutos secos, esa salsa negra elaborada con chile, chocolate, caldo y diversas hierbas. Para mi gusto, un plato algo soso.

Pollo mole

No podemos dejar de probar los postres casero y de entrada nos dicen que no les queda tarta de queso, así que, ya sin ninguna duda sobre lo qué pedir, nos decantamos por los otros dos dulces que teníamos en mente, un chocolatísimo, que es un brownie templado algo empalagoso con tanto chocolate y un pastel de tres leches, que después de probar el chocolatísimo que es tan contundente, ha resultado que le faltaba un punto de sabor, incluso las mismas fresas que lo adornaban estaban algo o bastante inmaduras, tal vez porque no es la temporada de las fresas.

Chocolatísimo y pastel de tres leches

Terminamos con la señalización de los aseos que me ha resultado divertida y a la vez muy esteriotipada y sexista, las señoras con el collar y falda y los señores con la corbata y pantalón.




sábado, 2 de noviembre de 2024

MANOLO 1934: Cocido en dos vuelcos

 MANOLO 1934, a 1 de noviembre de 2024, en la calle de la Princesa n.º 83 de Madrid, en el distrito de Moncloa-Aravaca, en el barrio de Argüelles.

La calle de la Princesa, que comienza en la plaza de España y termina en Moncloa, tiene una longitud de 1,3 kilómetros y abarca los barrios de Argüelles, Universidad y Gaztambide. 

la calle de la Princesa debe su nombre a la infanta Isabel de Borbón y Borbón, más conocida como “La Chata” por el pueblo llano; fue en dos ocasiones princesa de Asturias, la primera vez entre 1851 y 1857, año en el que ya nace su hermano Alfonso, y por lo tanto heredero a la corona de España por ser él el primer varón habido del matrimonio entre su madre la reina Isabel II y su marido Francisco de Asís. La segunda vez fue entre 1874 y 1880 como sucesora de su hermano Alfonso XII al fallecer éste siendo tan joven. Se casó con Cayetano de Borbón Dos Sicilias el 13 de mayo de 1868 y no tuvo hijos.

Este restaurante fue fundado por Manuel Rodríguez Queizán y su esposa Pepita en el año 1934, tras trabajar alguna temporada en el café Varela. Aunque en un principio Manolo estuvo situado en la calle Embajadores, tras la guerra civil, y visto el estado calamitoso en que quedó el local deciden trasladarse a la calle Princesa 83, en donde aun siguen asistiendo a sus comensales. En el año 1968 fallece Manolo y toma los mando del local su hijo Enrique, siendo un local de encuentro entre los universitarios de la época. En el año 1982 deja los fogones Enrique en manos de su hijo José Ramón hasta que en el año 2022 toma el relevo la cuarta generación con otro Manuel.


Manolo 1934 ha sido galardonado con el premio al mejor cocido madrileño en su tercera edición, en el año 2023. Además del cocido madrileño, en este restaurante se pueden degustar las recetas más tradicionales de las cocinas madrileña y gallega, recetas sencillas y sabrosas con buenos productos de temporada y de calidad. Así podemos encontrar cachopos o chipirones en su tinta, entre otras delicias.

El restaurante Manolo 1934 es bastante acogedor, con paredes forradas de madera con dibujos serigrafiados, un pequeño espejo de unos 40 centímetros a la altura del pecho y por encima papel de colores verde claro y beis. Sobre el papel, objetos con trazas de ser bastante antiguas, bandejas y cerámicas. Y en un vitrina, juguetes de principios del siglo XX.

Interior de Manolo 1934

Nos atienden camareras, algunas de mediana edad, todas vestidas con uniforme negro, muy amables, muy profesionales.

De entrada nos pedimos un vermut y una cerveza sin alcohol que viene acompañado de una pequeña ración de paella, al que le faltaba un punto para terminar su cocción, ya que los granos estaban un poquito duros.

Aperitivo de paella

Y sin más, sin mirar la carta, le decimos a la camarera que venimos a probar el cocido, a lo que nos responde que "no hay que perder más tiempo, si está todo decidido", nos quita los platos que ya había sobre la mesa, y al momento nos trae un plato de sopa de un bonito color naranja, demasiado suave para mi gusto y con pocos fideos.

Como curiosidad, comentar la forma de las cucharas, con esa forma más picuda en la parte que está más en contacto con la boca, como contraste a esas cucharas de forma más redondeada que estamos más acostumbrados a utilizar




Lo curioso de Manolo 1934 es que no nos han servido la sopa y el cocido en una misma vez, como en otros sitios, por si nos apetece mezclar la sopa con el resto de los elementos del cocido. Así que, terminada la sopa, retiran los platos y nos traen en un plato bastante grande, el segundo vuelco del cocido, con sus garbanzos en su punto perfecto de cocción y sal, su repollo algo más soso, su morcillo, su tocino, su gallina, su parte de la punta de jamón, su ropa vieja, su patata y zanahoria, y su chorizo y morcilla, ambas de estilo asturiano por el fuerte sabor que tenían.

El segundo vuelco del cocido

Nos ha costado trabajo terminar con el total de todos los ingredientes de este estupendo cocido, pero como siempre, hacemos hueco para probar uno de los postres caseros que nos ofrecen, y nos decidimos, como casi siempre, por una tarta de queso cremosa con toque de azul, un postre muy interesante, con una suave masa de queso en el que en algunas cucharadas se notaba ese pequeño toque de queso azul que no enmascarada para nada la suavidad del postre.

Tarta de queso con toque azul

De la señalización de los aseos, poco que decir, ya que en el que estaba más cerca de nuestra mesa no tenía señal, aunque era el destinado a que lo utilizasen las personas minusválidas y para el cambio del pañal de los bebés. Seguro que había otros aseos en otra parte del local que nosotros no vimos, por lo que nos quedamos sin saber como era su señalización.



domingo, 13 de octubre de 2024

HATTORI HANZO: Hay que probar las sopas

 HATTORI HANZO, a 12 de octubre de 2024, en la calla Mesonero Romanos n.º 17 de Madrid, en el distrito Centro, en el barrio de Sol.

Mesonero Romanos, nació en esta misma calle en el año 1803, aunque en aquella época dicha calle se llamaba del Olivo. Don Ramón de Mesonero Romanos fue un ilustre periodista e historiador del siglo XIX, que dedicó parte de sus escritos a contar la vida y costumbres de la ciudad de Madrid que le vio nacer y morir. Ocupó el cargo del concejal en el Ayuntamiento de la capital y fue conocido con el seudónimo de “El curioso parlante”.

Existe un monumento dedicado a su figura situado en los Jardines del Arquitecto Ribera, obra del escultor Miguel Blay, junto al Museo Municipal.

Hattori Hanzo es un restaurante que sirve gastronomía japonesa, pescados crudos y ramen, además de la cocina al carbón. Este restaurante fue el primero en utilizar el término izacaya, que significa comida casera y auténticamente japonesa, dejando de lado en la carta y en sus platos los famosos sushis y los sashimis.


A los mandos de los fogones se encuentra el chef Borja Gracia, un amante tanto de la gastronomía como de la cultura nipona y para la elaboración de sus platos emplea productos locales de primera calidad, respetando los tiempos de estacionalidad de los pescados y verduras.

En Hattori Hanzo podemos encontrar la conocida sopa de miso, gyozas, anguila kabayaki, o carne de wagyu karubi, entre otras delicias. También ofrecen un okonomiyaki, que es una famosa tortilla japonesa a la plancha entre cuyos ingredientes encontramos repollo, puerro y harina, servido con dos salsas.

Hattori Hanzo, es un local especial, porque la estancia en la que hemos comido intenta asemejarse a los tatamis japoneses, lo más parecido que se puede a comer de rodillas como lo hacen en algunos sitios del lejano país.

Para acceder al salón, tenemos que subir tres escalones para comprobar que el sitio en el que nos tenemos que sentar está a la altura de nuestro pies, y de la que sobresale una mesa a unos 50 centímetros del suelo. Mirando la forma de sentarse en tan especial sitio, una comensal que ya ha tenido la oportunidad de experimentar esta nueva técnica para comer, me dice que primero me ponga de rodillas sobre el asiento y luego vaya metiendo las piernas poco a poco por debajo de la mesa. Y así lo hago y el acomodo tiene un final feliz.

El salón de comidas de Hattori Hanzo

Mientras miramos la carta nos sirven una coca cola y una cerveza sin alcohol, que preguntado que cuál queremos, pues no queda más remedio que probar una Kirin Ichiban 0/0, la bebida viene acompañada de unos edamames, que es esa vaina que contiene la semilla de soja al que le falta un punto de maduración, y servida algo templada por haber sido pasadas por la plancha un momento.

Cerveza Kirin y edamames

Para hacernos una precisa idea de esta gastronomía nipona pedimos como entrante unos takoyakis de pulpo, unas perfectas esferas de pulpo con vegetales, aderezados con dos salsas, una de ellas nori, que es una especie de mahonesa, y katsuobushi, que es un atún deshidratado y ahumado cortado en láminas tan finas y delicadas que se mueve cuando hablas y le da al plato un aspecto muy interesante y divertido.

Takoyakis de pulpo

Como hace un día un tanto desapacible, no apetece probar una sopa miso y un ramen paitan shoyu, elaborado con un caldo con pollo de corral y dashi, con salsa de soja añeja y macerada, naruto, huevo, menma, nori y chasho braseado, o lo que es lo mismo y por el mismo orden, un especie de torta algo dura de pescado que lleva un espiral rosa en el centro, huevo duro, brotes de bambú fermentado, alga nori, y pedazos de cerdo asado o braseado. Delicioso.

Ramen paitan shoyu

La sopa miso está elaborada con caldo a la que se le añade una pasta fermentada a base de soja y sal y que lleva, también alguna verdura y en Hattori Hanzo, además, maíz. No la han servido en un cuenco muy pequeño, pero ha resultado muy sabrosa, porque la hemos probado en otros sitios en los que nos ha resultado una sopa aburrida y con poco sabor.

Sopa miso

Seguimos con nuestra experiencia gastronómica en la que no podemos dejar de probar el okonomoyaki; se trata de la popular “tortilla japonesa” de la que nunca he oído hablar, elaborada con repollo, puerro, harina y maíz, y a la que se le ha añadido el mismo aderezo que a las bolas de pulpo, las dos salsas, una blanca y otra roja y el katsuobushi o atún deshidratado. Ha sido todo un descubrimiento notar ese puerro guisado y esas salsas, una mezcla perfecta.

Okonomoyaki 

Terminamos con los postres y el camarero nos asegura que todos los que sirven aquí son caseros, así que después de pensar poco nos decidimos por lo que han llamado Signature Vlarhona chocolate, o tarta de chocolate con tres texturas acompañado de un toque de avellana y sal maldon, que ha resultado algo empalagosa y contundente. La otra tarta que nos apetecía probar es lo que se conoce como Uji Matcha Bake cheescake, o lo que es lo mismo, una tarta cuya base es el queso mascarpone y té matcha de la región de Uji con una superficie muy dorada y de una textura más cremosa que la tarta de chocolate, por lo que ha resultado más apetecible. Sin olvidarnos del mochi de yusun.

Tarta de chocolate, de té matcha y un nochi

Para terminar, la señalización de los aseos, nada que que llame la atención aunque los mismos aseos estaban algo descuidados; y para abrir el grifo del lavabo había que hacer un máster, aunque también puede ser que uno de los grifos no funcionase; si es así, demuestra el descuido.





lunes, 23 de septiembre de 2024

CAN PUNYETES: "Taverna" catalana y pan tomaca

CAN PUNYETES, a 21 de septiembre de 2024 en la calle San Agustín n.º 9 de Madrid, en al barrio de Las Letras, muy cerca del Congreso de los Diputados, distrito de Las Cortes.

San Agustín de Hipona fue en teólogo y filósofo cristiano, que fue obispo de Hipona, ciudad situada en el norte de África y que vivió entre el año 354 y el 430 d.d.C. En el año 1295 fue proclamado doctor de la Iglesia por el Papa Bonifacio VIII, por su contribución a los dogmas de la doctrina católica.

El nombre de punyetes se refiere a las “puñetas” o lo que es lo mismo, a las alcachofas típicas de Sant Pere, que imagino se referirá al pueblo de Sant Pere de Ribas, situado en la comarca del Garraf, hacia el noroeste de Sitges; can hace mención a la “casa”.

Can Punyetes nace de la ilusión de tres amigos que viven en Barcelona por la restauración de calidad, la buena materia prima y por la cocina a la brasa. Por ello, junto con los platos típicos catalanes, se pueden degustar productos de temporada cocinadas en esas brasas que ellos reivindican.


En Can Punyetes podemos encontrar la famosa escalivada, con su pimiento, su cebolla y su berenjena, o la ensalada xató, con escarola y bacalao; las espinacas a la catalana con piñones y pasas, los calçots (que es una variedad de cebolla tierna) con salsa romesco cuando es la temporada, que suele ser por febrero o butifarra catalana. Por supuesto no puede faltar la crema catalana entre sus postres. O los vinos del Penedés, además de sus cavas.

En Can Punyetes nos encontramos con un local pequeño, en el que se nota y se huele el humo de las brasas; está dividido en dos sectores con paredes unas con azulejos granate y otras con ladrillo a la vista. Las mesas tienen su base de mármol blanco y las sillas son las que podríamos encontrar en la casa de nuestras abuelas. En definitiva, estamos en una taberna, aunque aquí escriben "taverna", en la que se sirve comida y bebida.


Esta vez no nos invitan a pedir un aperitivo tipo coca-cola o vermut, así que nos dirigimos directamente a la carta y ver las especialidades catalanas, decidiendo desde el principio descartar el xató porque no nos apetece comer escarola, esa especie de lechuga de ojas rizadas y de sabor un tanto amargo.

Interior de Can Punyetes

Para beber mientras comemos nos hemos pedido una sangría de vino, porque aunque también sirven sangría de cava, hemos preferido dejar a un lado las burbujas. Una sangría fresquita servida en jarra de barro.

Jarra de sangría

Nos decantamos por probar, así para abrir boca, las tostas porque nos apetece probar lo que sea más típico de Cataluña, o que lleve su nombre para denominar el plato. Así que nos decidimos por una tosta catalana, que lleva sus buenas lonchas de butifarra blanca sobre un pan payés en el que se le ha untado bien de tomaca y en el que se aprecia un reguero de un buen aceite de color verde. Esta butifarra blanca que acompaña a la tosta es un tipo de embutido, de carne de cerdo cocinado.

Tosta catalana con butifarra blanca

Y una tosta payés con jamón ibérico, que lleva sus buenas lonchas de jamón bajo una tortilla francesa y sobre su pan payés también bien untado de tomaca con aceite. Ambas muy ricas, aunque la mezcla de jamón, tomate y tortilla es especial.

Tosta payés con jamón ibérico y tortilla

A continuación hemos pedido unos champiñones a la brasa acompañados de salsa ali oli y salsa romesco, esa salsa elaborada a base de tomates y los ajos asados en el horno, además de pan, almendras y avellanas, sobre todo. Sobre el plato aparecen seis grandes champiñones sobre los que hemos notado las brasas, aunque según los metes en la boca parecían estar algo crudos, pero han resultado muy apetitosos y el aderezo de las salsas una muy buena combinación.

Champiñones a la brasa

En un restaurante o “taverna” (con uve, como lo han escrito aquí) catalana no puede faltar la degustación de las famosas butifarras, por lo que en un plato grande nos sirven cuatro clases de butifarra además de una patata asada y otro pan payés untado de tomaca. La butifarra catalana es una salchicha gruesa elaborada con la carne del cerdo y con aderezo de especias y pimienta negra o blanca; se puede presentar cruda, que tiene que ser cocinada o ya cocinada, presentada como un fiambre.

En este surtido de butifarras destaca la de color negro, que tiene un sabor muy intenso, porque entre sus componentes encontramos grasa y sangre del cerdo. De las otras tres butifarras blancas, encontramos que la más gruesa ha resultado la más apetitosa por ser la más jugosa, ya que las otras tenían la carne algo apelmazada.

El problema que tiene la degustación de este plato es que hemos empezado probando la butifarra que más nos ha gustado, con lo que las restantes nos han resultado más secas y antipáticas. Deberíamos haber empezado por la más fina y la negra para terminar con la más gruesa, que ha sido la que nos ha resultado más agradable al paladar. La patata cocida en su punto y el pan tomaca, delicioso.

Surtido de butifarras, patata y pan tomaca

Para terminar, hemos preguntado por los postres que ofrecen de elaboración casera, como siempre, y no podemos dejar de probar la crema catalana, que estaba muy cremosa y deliciosa y una tarta de castañas, servida algo templada que ha resultado ser una especie de bizcocho en el que se notaban trozos de los que se supone son las castañas, y por encima, una capa de chocolate. Un postre muy interesante.

Tarta de castañas y crema catalana

No nos olvidamos de la señalización de los aseos que en Can Punyetes ha resultado muy elegante para una taberna con mobiliario y decoración tan a la antigua.




domingo, 4 de agosto de 2024

PIANTAO LEGAZPI: Hay que probar el boniato al rescoldo

PIANTAO LEGAZPI, a 3 de agosto de 2024, en plena canícula veraniega, en el paseo de la Chopera n.º 69 de Madrid.

El paseo de la Chopera de Madrid está situado en el distrito de Arganzuela, en el barrio de La Chopera, zona que acoge al centro cultural Matadero.

Se sabe que en los tiempos del reinado de Fernando VI se empiezan a crear dos paseos que, partiendo de la glorieta de Atocha, llegaban hasta la zona sur de la ciudad, hasta el río Manzanares, en lo que hoy son la calle Delicias y el paseo de Santa María de la Cabeza. El paseo de la Chopera, que enlazaba los dos grandes paseos debe su nombre a los árboles que había plantados y que daban la sombra suficiente para esparcimiento de los madrileños en días de calor.


La palabra “piantao” viene a significar algo así como loco, pero loco por algo o por alguien, no de haber perdido la razón, según el lunfardo argentino, que es un lenguaje reconstruido con muchas de las palabras y vocablos que llegaron a esas tierras con la emigración, y en el que se han creado miles de palabras que se han ido incorporando poco a poco al lenguaje popular de las personas normales. Palabras como pibe, trucho o guita, provienen del lunfardo.

Piantao es un restaurante que ofrece auténtica comida argentina, en el que la parrilla está presente en la elaboración de sus carnes. Estas carnes que nos muestran están seleccionadas no tanto por su raza, sino atendiendo al cuidado y a la alimentación que hayan tenido los animales y así escoger la parte del cuerpo que se cree más adecuado en cada momento, priorizando la entraña, el solomillo o el vacío, entre otra partes. Las razas de vacas con las que trabajan son las frisonas de Países Bajos, la vaca rubia de Galicia o el novillo joven de la Pampa Argentina, entre otros ejemplares.

Cuchillo con el nombre del restaurante

Entre sus platos podemos encontrar tomates de temporada, papas del camionero con queso parmesano, empanada criolla, chorizo patagónico de cordero, y la más variedad de cortes de carne en chuletas, solomillos, u ojo de bife, por ejemplo.


Nos encontramos un restaurante muy acogedor que nos muestra en primer lugar ese frigorífico que guarda las carnes que están madurando, esos trozos de carne o chuleta de vaca, tanto de Galicia, como de alguna parte de Alemania.

Interior de Piantao

Es día de mucho calor en Madrid, por lo que apetece un refresco para entonar el cuerpo, así que, empezamos con una coca-cola y una cerveza sin alcohol, que viene acompañada con unos vasitos tipo chupito con una crema de zanahoria con queso de cabra, dos sabores que se aprecian en cada sorbo y que se complementan muy bien.

Aperitivo de crema de zanahoria

Después de mirar la carta y preguntar por el tamaño y peso de las carnes, para saber si pedimos entrante o no, nos decidimos por probar una empanada criolla en cuyo interior podemos saborear una carne de ojo de bife, también llamada ojo de costilla, que es una carne de ternera que se encuentra entre las costillas seis y doce, cortada a cuchillo junto con un sofrito de cebolla y huevo duro; viene acompañada de una salsa de tomate yasgua o salsa tucumana, a base de tomates, sal, ajo, pimienta y el toque picante que le da el ají. Deliciosa, con una masa posiblemente hecha a mano y recién frita.

Empanada criolla

El camarero nos pregunta que si queremos probar los panes argentinos, acompañados de esa mantequilla ahumada, a lo que respondemos que sí, por lo que nos ofrecen un cestillo con dos colines, dos panes de hojaldre y dos panecillos redondos, además de una chipa aún caliente, que es como un pequeño bollito típico de la gastronomía paraguaya, cuya base principal es el almidón de mandioca. Al mismo tiempo nos han servido un poco de mantequilla ahumada para darle sabor a las carnes o a los panes.

Panes argentinos

Como entrante principal nos decidimos a probar unas mollejas de Angus, que es una vaca autóctona de Escocia, que tiene de especial el que contiene gran cantidad de grasa infiltrada en sus músculos, lo que le da tanta jugosidad; en este plato las carnes han sido marinadas durante 24 horas en leche y romero. Sobre el plato, seis piezas de mollejas tiernas y jugosas, con el toque crujiente que le da el haberlas cocinado a la brasa muy lentamente. Rociadas con el jugo del limón han resultado impresionantes.

Mollejas de Angus

Para acompañar a las carnes, nos han servido unas salsas: chimichurri, salsa elaborada con perejil, orégano, ajo, aceite y vinagre; y salsa criolla, con cebolla y pimiento, sobre todo y sal para servir al gusto, sal que no hemos utilizado.

Salsas para acompañar a las carnes

En un restaurante argentino, especialista en carnes y brasas, no podemos dejar de probar una de las carnes que ofrecen, pero que tenga un peso no muy grande porque ya venimos de probar las mollejas. El camarero nos sugiere que probemos la chuleta Premium de vaca rubia de Galicia madurada en 120 días. Hemos tenido que esperar un rato a que nos la sirvan, tal vez porque la pieza se haya tenido que atemperar un rato para que el interior no estuviese demasiado frío tras el braseado; sobre el plato nos presentan una chuleta de 795 gramos, eso sí, ya desprendida del hueso y cortada en filetitos de un centímetro de grosor; tierna, jugosa, rosada, estupenda.

Chuleta de vaca rubia de Galicia

Por recomendación del amable camarero, junto con la chuleta de vaca gallega nos traen un boniato al rescoldo quemado, aderezado con azúcar de caña, glaseado con fondo de ternera y adornado con una rama de eneldo. La combinación de la dulzura del boniato con la carne ha sido una experiencia digna de repetirse.

Boniato al rescoldo

Como nos queda hueco para el postre, seguimos confiando en la buena recomendación del camarero y nos decidimos por una tarta de queso con dulce de leche, nada empalagosa y de un bonito color caramelo. El otro postre es un original chocolate asado en hierro con helado de caramelo y jugo de mandarina asada. Servido en una especie de cazuela caliente, con una base de chocolate negro templado y por encima el helado de dulce de leche y tofe salado y sobre ella, la camarera ha esparcido el jugo de la mandarina. Es difícil decidir en el día de hoy qué postre es más impresionante.

Tarta de queso
Chocolate asado en hierro con helado








Por gentileza del restaurante, terminamos la experiencia del día de hoy con un limoncello y un bocado de alfajores rellenos de dulce de leche.

Limoncello y alfajores

En cuanto a la señalización de los aseos, podemos decir que es bastante original, aunque también es verdad que ya lo hemos visto en algún otro local.