TABERNA DE LA DANIELA, a 2 de marzo de 2024 en la plaza de Jesús n.º 7 de Madrid, barrio de Las Cortes, justo frente a la iglesia de Jesús de Medinaceli, muy cerca de los grandes e importantes museos de pintura de la capital y del Congreso de los Diputados.
La plaza de Jesús constituye un ensanche de la calle de Jesús, que empieza en la calle Lope de Vega y termina en la de Cervantes y de la que ya se tienen noticias desde el año 1656. El nombre de la calle se debe a la existencia de una iglesia del mismo nombre y que fue en su época la capilla del convento de los trinitarios descalzos de la Encarnación, fundado en 1606 por el duque de Lerma. Sobre esta iglesia se construyó ya en el siglo XX la actual basílica de Jesús de Medinaceli.
Seguimos en invierno, primeros de marzo, y parece que apetece un buen plato de cuchara. Como hace tiempo que no vamos de ronda para probar los platos de cocido que ofrece la ciudad de Madrid, hoy toca degustarlo y valorarlo en esta taberna tan típica.
El exterior de la Taberna está adornado con un conjunto de azulejos de vivos colores, lo mismo que el interior.
Venimos dispuestos a probar ese cocido servido en tres vuelcos, que aquí llaman de sota, haciendo referencia a la sopa, el caballo, que incluye los garbanzos y las verduras y el rey con todas sus carnes. Pero antes de empezar con la degustación nos pedimos un vermut de la casa, que nos ha resultado dulce y muy apetecible.
Tenemos la reserva a las 13,30 y ya nos encontramos con un restaurante atestado de gente, tanto en la barra, como sentados en las mesas. La sensación que da es de bastante agobio, con mesas algo pequeñas para poner vasos, platos y fuentes con comida, y con las sillas muy pegadas unas a otras, de tal forma que no queda practicamente sitio para que se puedan mover bien las camareras.
Sobre la mesa, además de platos, cubiertos vasos y copas, el mantel y la servilleta de tela, nos ofrecen un platito con cebolletas y piparras en vinagre, y un poco de salsa de tomate aderezado con aceite, comino y alguna hierba aromática.
Piparras, salsa de tomate y el azulejo de las paredes
Es verdad que en la reserva ya
habíamos dicho que comeríamos el cocido, por lo que no tuvimos que
esperar a que nos tomasen nota y nada más sentarnos ya nos están
sirviendo la sopa en su sopera, calentita y con ese color dorado tan
apetitoso, por lo que intuimos que le han añadido algo de azafrán y con fideos finos.
Nos la comemos sola hasta que lleguen los garbanzos y las carnes. La
sota.
La sopa
Acto seguido viene la camarera
con la fuente con los garbanzos, que los acompañan la patata, la
zanahoria, un poco de repollo y esas bolas fritas que pueden llevar
restos de la carne. Los garbanzos cocidos y en su punto, blandos y
sabrosos y para mi gusto, debería de haber más repollo en la fuente.
El caballo.
Los garbanzos con la patata, zanahoria y repollo
Tenemos que hacer hueco en la
mesa porque enseguida nos traen otra fuente con las carnes, entre las
que podemos ver el morcillo, el pollo, la punta de jamón, el chorizo
y la morcilla, además del tocino y el hueso de caña con su tuétano. Todo blando y en su punto. El rey.
Las carnes el cocido
Como la camarera nos pregunta
que si queremos más sopa, le decimos que sí y así mezclamos la
sopa caliente con los garbanzos y las carnes. Alguien se hace un
pequeño bocadillo con el chorizo, otro lo intenta con un trozo de
tocino, y entre bocado y bocado terminamos con casi todas las
existencias que tenemos sobre la mesa.
La mesa con fuentes y platos llenos
Como es nuestra costumbre,
pedimos un postre para probar las delicias caseras de la Señora
Daniela y decidimos probar el arroz con leche, la tarta de queso,
que estaba correcta, y la goxua, que es un postre típico del País
Vasco, más concretamente de Vitoria, que está hecha de crema pastelera y
nata, poniendo un trozo de bizcocho entre ambos ingredientes y
endulzado con caramelo líquido. La camarera nos dice que no hay que
remover, sólo meter la cuchara y comer. La goxua, que significa
dulce en euskera, ha resultado un poco empalagosa, aunque interesante
porque no sabíamos de su existencia y una cosa nueva que hemos
probado.
Los postres
No nos habíamos terminado los
postres cuando ya ha venido la camarera con la cuenta y la hemos comentado
que parecía que nos estaba echando, a lo que nos ha contestado que
el siguiente turno tenía la reserva a las 14,30, pero que nos
podíamos terminar los postres tranquilos, aunque sí es verdad que
había mucha gente esperando para entrar a comer. Un detalle un poco
feo y tal vez, no deberían de admitir tantas reservas en tan poco tiempo y dejar a los
comensales estar más tranquilos y no tan agobiados, tanto por las
prisas, como por la colocación de mesas y sillas.
Para terminar, la señalización de los aseos, que nos muestra un chulapo y una chulapa tan típicos del Madrid que podemos asociar tranquilamente con este cocido madrileño.