ORELLANA, a 16 de octubre de 2021, en la calle Orellana n.º 6 de Madrid, barrio de Las Salesas, entre Colón y la plaza de Alonso Martínez. Después de un verano intenso, disfrutando de una gastronomía de diseño, paladar sabroso, chuletones gourmet, delicias minion, y otras exquisiteces, este mes toca centrarnos en la comida castiza y tradicional, con un toque de fusión de inspiración andaluza. Platos populares que el chef Guillermo Salazar imprime su experiencia personal. Así pues, podemos encontrar guisos de atún, torreznos, carrilleras, callos, chipirones en su tinta,...
Entrada de Orellana con su logotipo |
Nos encontramos con un local de ambiente moderno, con mesas altas para cuatro personas con sus altos taburetes para degustar tapas, y mesas bajas, más pegadas a la pared, con su mantel, servilleta de tela y logotipo de la casa en el plato. Como única decoración, alacenas que exhiben botes de conservas de atún, de habitas, de espárragos, de confituras, de pimentón, de espárragos, ... Botes de cristal tamaño XXL con encurtidos de todas clases, aceitunas, cebollas, alcachofas, ... Y en las paredes, espejos en los que se han escrito los platos que figuran en la carta y su precio. Me ha recordado mucho a las tascas de hace sesenta años; sólo faltaban los toneles con los vinos y vermut a granel.
Interior de Orellana |
Detalle de la decoración |
Como siempre, lo primero que nos preguntan cuando nos sentamos es que si queremos algo de beber. Para abrir boca, pedimos vermut (no preguntan que si blanco o rojo y nos sirven vermut rojo) y cerveza de trigo, que figura en uno de los carteles. Primera sorpresa, no les queda cerveza de trigo, así que nos conformamos con una cerveza normal, ¡qué remedio!. El aperitivo viene acompañado de unas olivas machacadas y aliñadas de pimentón, ajo y guindilla.
Echamos un ojo a la carta y nos llama la atención los platos que denominan guisos, pero como entre los entrantes hay croquetas, nos decidimos por pedir, en primer lugar, esa maravilla que es un lujo si está bien hecha; así que nos deleitamos con una croqueta de rabo de toro recién frita, caliente, con una bechamel suave y cremosa en la que destacan los trocitos de la carne, pero que ha resultado un pelín pasada de sal para lo que estamos acostumbrados.
Croquetas de rabo de toro |
Seguimos con una ración de cazón en adobo, que me ha parecido un plato singular porque no se suele ofertar mucho en los restaurantes, servido sobre tabla de madera y papel con el logotipo de la casa, con una fritura en su punto, caliente y aderezada con un toque de pimienta por encima, que le ha dado un toque de color en esta mañana un poco otoñal. Este plato viene acompañado de una mayonesa ligera con unas gotas de aceite por encima. Ya se sabe, taco de cazón pringado de esa mayonesa y a la boca. Delicioso.
Cazón en adobo |
Un guiso que nos ha llamado la atención y hemos decidido probar, han sido los chipirones en su tinta con arroz blanco. Sobre un plato de barro, tiernos chipirones envueltos en una espesa salsa negra y sabrosa, acompañada de un arroz blanco pensado para que sea envuelto con la salsa de la tinta, y coloreado con verde cebollino, para resaltar en ese plato blanquinegro. Una buena elccción
Chipirones en su tinta con arroz blanco |
Para terminar, otro guiso castizo, callos, pata y morro, típico plato madrileño servido en plato de barro, pero que en este caso han resultado espesos, fuertes, y con un ligero sabor dulce que no los hacía muy apetecibles, y ese toque de cebollino verde que no le pegaba mucho. Aunque hay que hacer notar que estaban muy tiernos.
Callos, pata y morro |
Como siempre, hay que dejar hueco para el postre y aunque no había mucha oferta, nos decidimos por pedir postres caseros y seguir probando las tartas de queso que se ofertan por Madrid, y en Orellana sirven una de queso payoyo, ese queso elaborado con leche de cabra que proviene de la sierra de Cádiz, la conocida como cabra payoya, y leche de oveja. Viene acompañado de un poquito de mermelada. Deliciosa.
Tarta de queso payoyo |
Y el cremoso de chocolate, toffee, aceite de oliva y sal, que resulta una especie de rueda de crema de chocolate en cuyo centro se concentra un crema más suave, también de chocolate, una textura más ligera en la que se intuye el aceite de oliva y en la que se aprecian escamas de sal. Una delicia el chocolate con sal.
Cremoso de chocolate y toffee |
Por hacer un pequeño resumen de la experiencia gastronómica de octubre, comentar que lo mejor han sido los postres y lo peor, que el pan nos lo han servido cuando ya habíamos degustado los dos primeros platos y esa taza de porcelana toda desportillada (esas tazas deterioradas que utilizaban nuestras abuelas) en la que nos han traído la cuenta. A lo peor resulta que este elemento ha sido escogido así por algún misterioso motivo, que lo hace imprescindible en Orellana, pero a mí me ha parecido un detalle poco elegante.
Taza en la que nos han servido la cuenta |
Y para mis amigas curiosas, esas que siempre esperan ver la señalización de los aseos, esta vez van a gozar, porque en Orellana son de lo más original. Ahí van.