domingo, 20 de diciembre de 2020

LA POLONESA: Esas sopas tan sabrosas

 

LA POLONESA , a 19 de diciembre de 2020, en la calle Narciso Serra n.º 3, zona de Pacífico. Es una mañana lluviosa en Madrid, de lluvia fina y apetece dar un paseo por esas calles vacías de gente.

Después de unos meses de confinamiento, miedos y resquemores por el bicho, intentamos volver a nuestra nueva y pequeña normalidad, aunque sea poco o poco, y es por lo que nos atrevemos a reservar en un restaurante que sirve la típica comida polaca: sopas, empandillas cocidas, carnes....

La gastronomía polaca tiene como base una mezcla de todos esos pueblos que la han conquistado y con los que de una forma u otra se ha relacionado: platos eslavos, rusos, ucranianos, alemanes, judíos, lituanos...

Aunque pueda parecer en un principio que la comida polaca es muy grasa, tal vez por su situación geográfica, sin embargo su cocina tiene como base gran variedad de verduras, porque en el siglo XVI la reina Bona Sforza (de la familia de los Sforza de Milán, quien se convirtió en reina de Polonia en 1518) las introdujo desde Italia.

Nos encontramos en un local muy agradable, con paredes llenas de cuadros, mesas de madera y manteles de fácil eliminación. Platos blancos, cubremanteles y servilletas de papel. Todo muy correcto.

Interior de La Polonesa

La carta de La Polonesa no es muy extensa, y como siempre queremos probar los platos más importantes de la gastronomía polaca, por lo que nos atrevemos a pedir el menú degustación, ya que la camarera nos explica que ahí está lo más típico del país, cosa lógica, por otra parte. Lo acompañaremos con una cerveza del país, al tiempo que nos sirven en un cestillo rebanadas de pan blanco y de pan con cereales.

Cerveza polaca


Allá vamos, para empezar, un plato pequeño en el que nos ofrecen una rodaja de queso de oveja ahumado y frito, en polaco 0scypek, con mermelada de arándanos, mermelada que tenía el aspecto de ser casera, ya que los trozos de la fruta eran muy grandes y no demasiado dulce. Parecía que estaba frito con mantequilla y no con aceite, por el sabor peculiar que tenía, aunque la textura era un tanto chiclosa.

Queso de oveja frito con mermelada


Continuamos con una sopas típicas del país, la sopa de remolacha (barszcz czerwony) con su precioso color granate y en el que había varios pedazos de algún tipo de pasta, tipo macarrón, pero de gran tamaño y lo que parece orégano flotando en el caldo. Una vez que te comes la pasta, queda un caldo, que se puede beber sin utilizar la cuchara y que deja un ligero sabor dulce en la boca.

Sopa de remolacha


La otra sopa que nos ofrecen para degustar es la que está cocinada con harina de centeno o Zurek, que es una sopa algo espesa y melosa (que será de la masa madre del centeno con la que está elaborada) y con rodajas de salchichas, trozos pequeños de patata y setas, huevo duro y muchas especias de difícil identificación. Flotan granos de pimienta y se nota el intenso sabor de la misma y el ligero picor que te deja en el paladar.

Sopa tradicional


Esta sopa, en su tradición polaca, se sirve en una hogaza de pan al que se le ha quitado la miga, aunque a nosotros nos la han servido en un cuenco. Y esto me recuerda a la sopa gulash que degustamos hace tantos años en Praga, una sopa servida en el hueco de un pan y que tanto nos sorprendió, tanto por su sabor, como por su presentación.

Continuamos con una empanadillas o pierogi, plato estrella de la cocina polaca. Se trata de una masa del tamaño de las empanadillas que conocemos en España, masa de harina, agua y sal, pero no están fritas, sino que parecen cocidas o al vapor y rellenas, en este caso de una masa de puré de patata con requesón unas, otras de carne de cerdo muy picada y otras de repollo con setas. Están servidas con trocitos de cebolla ligeramente pochada por encima. Original y sabrosas, sobre todo las de patata y queso.

Empanadillas mixtas


Para terminar con el menú degustación, solomillo de cerdo con salsa de boletus, en polaco poledwiczki wieprzowe. Sobre el plato, lonchas el solomillo muy tierno sobre una salsa de boletus muy fina, con ese color caramelo tan apetecible, al que le han añadido una gran seta boletus de gran tamaño que se ha confundido con una tajada de solomillo. Lo acompañan unas patatas asadas y un porción de ensalada de col con zanahoria, y todo regado con mucho eneldo. Muy sabroso.

Solomillo con salsa de boletus


Para terminar con el postre, nos sirven una tarta de queso que ha resultado poco delicada, no era fácil partirla con el tenedor y al paladar también resultaba algo basta. Y la tarta de amapola, que a la vista podría confundirse con un bizcocho al que se le ha añadido algo de chocolate, pero en la boca ha resultado demasiado empalagosa, con un sabor que me recuerda mucho al mazapán, dulce que no está entre mis preferidos.

Tarta de queso
Tarta de amapola




De toda la experiencia culinaria de diciembre, los postres han sido un poco decepcionantes. Y en cuanto al servicio, en ciertos momentos ha sido algo lento.

Y para terminar, esa señalización de los aseos, que ya parece que se van repitiendo los emblemas y hemos dejado atrás la originalidad. Aunque, tal vez, el poner la señal en el marco de la puerta o encima, y no en el centro de la la misma, es un signo de originalidad, y que en este caso, el aseo de minusválidos coincide con el de caballeros y no con el de señoras, como casi siempre.