MERCATO BALLARÓ, a 15 de
febrero de 2020, en Santa Engracia nº 24, zona de Alonso Martínez.
En este segundo mes de febrero
hemos decidido jugar a los cubiertos y al “remember”, es decir,
volver a visitar esos restaurantes que a lo largo de los años nos
han dejado huella, por sus platos, por el ambiente que se respira, por el trato... y comenzamos por este Mercato Ballaró que ya
visitamos en enero de 2014 y que tanto nos gustó, esa comida
italiana de la zona de Sicilia, o esa cocina marinera de la isla del sur de
Italia.
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La entrada a Mercato Ballaró |
El nombre del restaurante se
debe al más antiguo mercado de Palermo, con base de platos de raíz popular,
marineros y sobre todo, platos de temporada, en el que destaca esa
unión de pasta y pescado. A destacar, chipirones, mejillones,
berberechos,…
Nos encontramos con un
restaurante con dos alturas, la de abajo junto a la barra, con
algunas mesas y taburetes altos, algo más informal y la de arriba,
en donde nos sitúan a nosotros, muy acogedora ventanas con macetas y
plantas por donde entra el sol. Un gran espejo en la pared del fondo
hace que el sitio parezca más grande. Mesas con manteles,
servilletas y platos blancos, con adorno de jarrón con florecillas, y que poco a poco se empieza a llenar.
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Interior del restaurante |
Nos traen la carta, que viene
acompañada con los platos del día, que es en los que más nos
fijamos; el camarero al mismo tiempo nos pregunta se queremos algo
de beber. Al ver que en la carta tienen spritz aperol (cava, aperol, soda, rodajita de naranja y hielo), nos pedimos
dos que nos lo traen bien fresquitos y acompañado de un paté de aceitunas exquisito y
rebanadas de pan, diría que de pueblo, miga esponjosa y corteza algo
dura.
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Un spritz aperol fresquito |
Dentro de los platos del día sorprenden tres de nombres
curiosos, que son la ensalada de Enma Suaréz (la actriz), el
carpaccio de Manuel Vicent (el escritor), y la sopa de Jordi
Socias (fotógrafo). Le preguntamos al camarero por estos platos y
nos cuenta que los tres son bastante asiduos de este restaurante. Nos dejamos aconsejar por el
camarero y de lo que nos ofrece la carta, nos decidimos como entrante y a
compartir, por el carpaccio de Manuel Vicent. Se trata de un
carpaccio de corvina salvaje (pescado blanco muy voraz) cortado en
láminas muy finas, casi transparentes, acompañado de berberechos y
trocitos de pistacho, con un toque de cítricos y lascas de trufa negra, que le da a los platos ese sabor tan intenso y especial. Para mí lo mejor del menú, esa delicadeza de la
corvina superfina, con la mezcla del cítrico y la trufa resulta en
la boca un auténtico manjar.
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El carpaccio de corvina |
De segundos nos hemos decidido
por una lasaña de tres carnes, con su besamel y una corteza, supongo
que de queso gratinado, realmente casera y sorprendente. Regada al gusto de
parmesano reggiano le ha dado mayor sabor a la ya de por sí sabrosa
lasaña.
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Lasaña tres carnes |
Y unos linguini a la carbonara
con trigueros, crema de trufa negra y papada de cerdo. Los linguini
son lo que podríamos denominar tallarines, aunque yo creo que un
poco más anchos que los que comemos en España, y en este caso vienen acompañados de pequeños trozos de espárragos trigueros,
con su característico sabor, y una crema de nata y trufa negra, que
le daba al plato un color anaranjado, y un sabor peculiar esa mezcla
de trigueros y trufa. Muy interesante.
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Linguinis de trigueros y papada de cerdo |
Le comentamos al camarero que
habíamos pedido para compartir un plato de mejillones de la tierra,
de Sicilia, también llamados “cozze a la palermitana”, y que no
nos lo habían puesto junto con el carpaccio. El camarero nos dice,
que con los que habíamos pedido creía que teníamos suficiente, y
que el carpaccio sustituía a los mejillones, a lo que le hemos dicho
que, vale, que no los trajera, porque era verdad que con la pasta y
el carpaccio teníamos suficiente, y que queríamos probar los
postres. Es una manera de valorar la profesionalidad de los
camareros, que, a su modo, ha evitado que un plato, el de mejillones, no
sea valorado en su justa medida, porque no habríamos podido con él.
Vamos con los postres, y si estamos en
un italiano, no puede faltar el tiramisú, servido en un platillo
hondo de postre, con un queso mascarpone suave y bien batido, poca
galleta, aunque poco sabor a café. Y los cannolos, dulce típico
de la región de Sicilia, ese tuvo de hojaldre frito y relleno de
suave crema de queso ricota con un ligero sabor a limón o vainilla.
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El tiramisú y el cannolo detrás |
Como colofón, comentar que
las más de las veces, cuando hemos repetido una segunda visita a un
restaurante que nos había gustado mucho, esa segunda vez habíamos
quedado algo decepcionados; el buen recuerdo de la primera visita se diluía con la
realidad de lo que consideramos inferior calidad en la segunda visita. No ha sido así en el caso de
Mercato Ballaró, porque las expectativas que llevábamos preparadas
han quedado superadas.

Nos queda la señalización de los aseos, muy sencilla y a la vez elegante acorde con el sitio en el que estamos.