domingo, 16 de febrero de 2020

MERCATO BALLARÓ: Sicilia acogedora y dulce


MERCATO BALLARÓ, a 15 de febrero de 2020, en Santa Engracia nº 24, zona de Alonso Martínez.
En este segundo mes de febrero hemos decidido jugar a los cubiertos y al “remember”, es decir, volver a visitar esos restaurantes que a lo largo de los años nos han dejado huella, por sus platos, por el ambiente que se respira, por el trato... y comenzamos por este Mercato Ballaró que ya visitamos en enero de 2014 y que tanto nos gustó, esa comida italiana de la zona de Sicilia, o esa cocina marinera de la isla del sur de Italia.


La entrada a Mercato Ballaró

El nombre del restaurante se debe al más antiguo mercado de Palermo, con base de platos de raíz popular, marineros y sobre todo, platos de temporada, en el que destaca esa unión de pasta y pescado. A destacar, chipirones, mejillones, berberechos,…
Nos encontramos con un restaurante con dos alturas, la de abajo junto a la barra, con algunas mesas y taburetes altos, algo más informal y la de arriba, en donde nos sitúan a nosotros, muy acogedora ventanas con macetas y plantas por donde entra el sol. Un gran espejo en la pared del fondo hace que el sitio parezca más grande. Mesas con manteles, servilletas y platos blancos, con adorno de jarrón con florecillas, y que poco a poco se empieza a llenar.


Interior del restaurante

Nos traen la carta, que viene acompañada con los platos del día, que es en los que más nos fijamos; el camarero al mismo tiempo nos pregunta se queremos algo de beber. Al ver que en la carta tienen spritz aperol (cava, aperol, soda, rodajita de naranja y hielo), nos pedimos dos que nos lo traen bien fresquitos y acompañado de un paté de aceitunas exquisito y rebanadas de pan, diría que de pueblo, miga esponjosa y corteza algo dura. 


Un spritz aperol fresquito


Dentro de los platos del día sorprenden tres de nombres curiosos, que son la ensalada de Enma Suaréz (la actriz), el carpaccio de Manuel Vicent (el escritor), y la sopa de Jordi Socias (fotógrafo). Le preguntamos al camarero por estos platos y nos cuenta que los tres son bastante asiduos de este restaurante. Nos dejamos aconsejar por el camarero y de lo que nos ofrece la carta, nos decidimos como entrante y a compartir, por el carpaccio de Manuel Vicent. Se trata de un carpaccio de corvina salvaje (pescado blanco muy voraz) cortado en láminas muy finas, casi transparentes, acompañado de berberechos y trocitos de pistacho, con un toque de cítricos y lascas de trufa negra, que le da a los platos ese sabor tan intenso y especial. Para mí lo mejor del menú, esa delicadeza de la corvina superfina, con la mezcla del cítrico y la trufa resulta en la boca un auténtico manjar.

El carpaccio de corvina

De segundos nos hemos decidido por una lasaña de tres carnes, con su besamel y una corteza, supongo que de queso gratinado, realmente casera y sorprendente. Regada al gusto de parmesano reggiano le ha dado mayor sabor a la ya de por sí sabrosa lasaña.


Lasaña tres carnes

Y unos linguini a la carbonara con trigueros, crema de trufa negra y papada de cerdo. Los linguini son lo que podríamos denominar tallarines, aunque yo creo que un poco más anchos que los que comemos en España, y en este caso vienen acompañados de pequeños trozos de espárragos trigueros, con su característico sabor, y una crema de nata y trufa negra, que le daba al plato un color anaranjado, y un sabor peculiar esa mezcla de trigueros y trufa. Muy interesante.


Linguinis de trigueros y papada de cerdo

Le comentamos al camarero que habíamos pedido para compartir un plato de mejillones de la tierra, de Sicilia, también llamados “cozze a la palermitana”, y que no nos lo habían puesto junto con el carpaccio. El camarero nos dice, que con los que habíamos pedido creía que teníamos suficiente, y que el carpaccio sustituía a los mejillones, a lo que le hemos dicho que, vale, que no los trajera, porque era verdad que con la pasta y el carpaccio teníamos suficiente, y que queríamos probar los postres. Es una manera de valorar la profesionalidad de los camareros, que, a su modo, ha evitado que un plato, el de mejillones, no sea valorado en su justa medida, porque no habríamos podido con él.
Vamos con los postres, y si estamos en un italiano, no puede faltar el tiramisú, servido en un platillo hondo de postre, con un queso mascarpone suave y bien batido, poca galleta, aunque poco sabor a café. Y los cannolos, dulce típico de la región de Sicilia, ese tuvo de hojaldre frito y relleno de suave crema de queso ricota con un ligero sabor a limón o vainilla.

El tiramisú y el cannolo detrás

Como colofón, comentar que las más de las veces, cuando hemos repetido una segunda visita a un restaurante que nos había gustado mucho, esa segunda vez habíamos quedado algo decepcionados; el buen recuerdo de la primera visita se diluía con la realidad de lo que consideramos inferior calidad en la segunda visita. No ha sido así en el caso de Mercato Ballaró, porque las expectativas que llevábamos preparadas han quedado superadas.

Nos queda la señalización de los aseos, muy sencilla y a la vez elegante acorde con el sitio en el que estamos.