domingo, 20 de diciembre de 2020

LA POLONESA: Esas sopas tan sabrosas

 

LA POLONESA , a 19 de diciembre de 2020, en la calle Narciso Serra n.º 3, zona de Pacífico. Es una mañana lluviosa en Madrid, de lluvia fina y apetece dar un paseo por esas calles vacías de gente.

Después de unos meses de confinamiento, miedos y resquemores por el bicho, intentamos volver a nuestra nueva y pequeña normalidad, aunque sea poco o poco, y es por lo que nos atrevemos a reservar en un restaurante que sirve la típica comida polaca: sopas, empandillas cocidas, carnes....

La gastronomía polaca tiene como base una mezcla de todos esos pueblos que la han conquistado y con los que de una forma u otra se ha relacionado: platos eslavos, rusos, ucranianos, alemanes, judíos, lituanos...

Aunque pueda parecer en un principio que la comida polaca es muy grasa, tal vez por su situación geográfica, sin embargo su cocina tiene como base gran variedad de verduras, porque en el siglo XVI la reina Bona Sforza (de la familia de los Sforza de Milán, quien se convirtió en reina de Polonia en 1518) las introdujo desde Italia.

Nos encontramos en un local muy agradable, con paredes llenas de cuadros, mesas de madera y manteles de fácil eliminación. Platos blancos, cubremanteles y servilletas de papel. Todo muy correcto.

Interior de La Polonesa

La carta de La Polonesa no es muy extensa, y como siempre queremos probar los platos más importantes de la gastronomía polaca, por lo que nos atrevemos a pedir el menú degustación, ya que la camarera nos explica que ahí está lo más típico del país, cosa lógica, por otra parte. Lo acompañaremos con una cerveza del país, al tiempo que nos sirven en un cestillo rebanadas de pan blanco y de pan con cereales.

Cerveza polaca


Allá vamos, para empezar, un plato pequeño en el que nos ofrecen una rodaja de queso de oveja ahumado y frito, en polaco 0scypek, con mermelada de arándanos, mermelada que tenía el aspecto de ser casera, ya que los trozos de la fruta eran muy grandes y no demasiado dulce. Parecía que estaba frito con mantequilla y no con aceite, por el sabor peculiar que tenía, aunque la textura era un tanto chiclosa.

Queso de oveja frito con mermelada


Continuamos con una sopas típicas del país, la sopa de remolacha (barszcz czerwony) con su precioso color granate y en el que había varios pedazos de algún tipo de pasta, tipo macarrón, pero de gran tamaño y lo que parece orégano flotando en el caldo. Una vez que te comes la pasta, queda un caldo, que se puede beber sin utilizar la cuchara y que deja un ligero sabor dulce en la boca.

Sopa de remolacha


La otra sopa que nos ofrecen para degustar es la que está cocinada con harina de centeno o Zurek, que es una sopa algo espesa y melosa (que será de la masa madre del centeno con la que está elaborada) y con rodajas de salchichas, trozos pequeños de patata y setas, huevo duro y muchas especias de difícil identificación. Flotan granos de pimienta y se nota el intenso sabor de la misma y el ligero picor que te deja en el paladar.

Sopa tradicional


Esta sopa, en su tradición polaca, se sirve en una hogaza de pan al que se le ha quitado la miga, aunque a nosotros nos la han servido en un cuenco. Y esto me recuerda a la sopa gulash que degustamos hace tantos años en Praga, una sopa servida en el hueco de un pan y que tanto nos sorprendió, tanto por su sabor, como por su presentación.

Continuamos con una empanadillas o pierogi, plato estrella de la cocina polaca. Se trata de una masa del tamaño de las empanadillas que conocemos en España, masa de harina, agua y sal, pero no están fritas, sino que parecen cocidas o al vapor y rellenas, en este caso de una masa de puré de patata con requesón unas, otras de carne de cerdo muy picada y otras de repollo con setas. Están servidas con trocitos de cebolla ligeramente pochada por encima. Original y sabrosas, sobre todo las de patata y queso.

Empanadillas mixtas


Para terminar con el menú degustación, solomillo de cerdo con salsa de boletus, en polaco poledwiczki wieprzowe. Sobre el plato, lonchas el solomillo muy tierno sobre una salsa de boletus muy fina, con ese color caramelo tan apetecible, al que le han añadido una gran seta boletus de gran tamaño que se ha confundido con una tajada de solomillo. Lo acompañan unas patatas asadas y un porción de ensalada de col con zanahoria, y todo regado con mucho eneldo. Muy sabroso.

Solomillo con salsa de boletus


Para terminar con el postre, nos sirven una tarta de queso que ha resultado poco delicada, no era fácil partirla con el tenedor y al paladar también resultaba algo basta. Y la tarta de amapola, que a la vista podría confundirse con un bizcocho al que se le ha añadido algo de chocolate, pero en la boca ha resultado demasiado empalagosa, con un sabor que me recuerda mucho al mazapán, dulce que no está entre mis preferidos.

Tarta de queso
Tarta de amapola




De toda la experiencia culinaria de diciembre, los postres han sido un poco decepcionantes. Y en cuanto al servicio, en ciertos momentos ha sido algo lento.

Y para terminar, esa señalización de los aseos, que ya parece que se van repitiendo los emblemas y hemos dejado atrás la originalidad. Aunque, tal vez, el poner la señal en el marco de la puerta o encima, y no en el centro de la la misma, es un signo de originalidad, y que en este caso, el aseo de minusválidos coincide con el de caballeros y no con el de señoras, como casi siempre.



martes, 25 de agosto de 2020

RAIMUNDA: Guacamole en jardín

RAIMUNDA, a 22 de agosto de 2020, en el paseo de Recoletos n.º 2, junto a la plaza de Cibeles, pegado al Palacio de Linares, palacio que estuvo en desuso durante un siglo y vuelto a abrir en 1992, ya como la Casa de América en Madrid. Estamos en una terraza-jardín, cuya cocina tiene muchos toques de la gastronomía iberoamericana, como señal de lo cerca que tenemos la casa de América, así podemos encontrar aderezos con yuca, lima, aguacate o achiote, esa planta de América Central de la que se extrae un colorante alimentario rojizo y de sabor parecido al pimentón y algo dulzón.
Entrada en Raimunda
Entrada en Raimunda

Seguimos tratando de ponernos al día y recuperar esas salidas que la covid 19 nos ha impedido disfrutar, por eso este mes hemos salido dos veces; dos terrazas, gastronomía al aire libre, que es lo mejor para estos tiempos de un virus viajando por su cuenta. 

De espaldas al Palacio de Linares, y con entrada por el Paseo de Recoletos nos encontramos con un jardín frondoso, con una fuente de refrescante, agua cantarina, y en la que han instalado parasoles negros para protegernos del sol. Nos sitúan en la mesa que está justo al lado de la fuente, fuente que utilizan los pájaros para beber y refrescarse, porque hoy hace calor. Mesa de cristal, platos de diseño, algunas sillas de mimbre, otras de hierro, un conjunto muy armónico y agradable.
El jardín de Raimunda

Como no tienen carta en papel, la tenemos que descargar en el móvil a través de la app lens, que es la modernidad a la que nos ha obligado el bicho. Y lo primero que vemos es que tienen cókteles, así que en vez de la manida cervecita y vermut, pedimos un mojito fresquito, su ron, su azúcar, su hierbabuena, su zumo de lima, su agua con gas y su hielo picado, que en verano entra muy bien.
El mojito refrescante

Mientras decidimos qué pedir, nos sirven un aperitivo de ajoblanco con melón y aceite de oliva, servido en un mini cuenco. Curiosa la combinación de sabores y texturas; se trataba de una sopa ligera, aunque en este caso primaba el sabor del melón sobre la almendra o el ajo.
El ajoblanco con melón y aceite

Estamos en la Casa de América y parece que el ambiente invita a saborear platos de la zona, así que nos decidimos por dos entrantes típicos, unas empanadas chilenas de carne de ternera acompañadas de un aderezo denominado pico de gallo, a base de daditos minúsculos de cebolla, tomate, pimiento, chiles jalapeños, cilantro y salsa de lima. Partimos la empanada casi triangular de hojaldre por la mitad y le vamos añadiendo el pico de gallo. Delicioso.
Empanadas chilenas con pico de gallo

El segundo entrante que se nos antoja son unos tequeños venezolanos con mojo verde de lima de queso fresco. Podríamos decir que los tequeños son una especie de pepito frito en pequeño de unos seis centímetros, ese bollo relleno de crema, pero que como plato venezolano está relleno de queso fresco, pero no de ese queso que en España identificamos como queso de Burgos, sino un queso que en Venezuela llaman fresco, pero que es más consistente, lo que aquí denominaríamos como queso tierno. Y mojados en la salsa de lima verde, resultan muy agradables.
Los tequeños venezolanos y su salsa de lima

En un sitio que ofrece estas delicias hispanas, no podía faltar uno de los platos más típicos: el guacamole, esa pasta de aguacate servida con los típicos daditos de tomate, cebolla morada, lima y cilantro, servido en una especie de bol de piedra que pesaba lo suyo, y el hueso del aguacate en medio, para que se vea y se identifique bien lo que estamos saboreando, acompañado de láminas de yuca frita en donde untar el guacamole, como sustituto del pan tostado.
El guacamole en bol de piedra

Nos hemos venido muy arriba, pero que muy arriba y como se nos ha acabado el mojito, hemos continuado con un daikiri, bebida cubana a base de ron blanco, zumo de lima y azúcar. Muy fresquito, también, se deja beber muy cómodamente. 

 Vamos con los segundos. Nos decantamos por un ceviche de corvina (pescado blanco y de aguas saladas), con mango y aguacate. El ceviche es un plato típico de Perú y podríamos decir que es una especie de ensalada de pescado crudo, en este caso de corvina, macerado con lima y aderezado con cebolla morada, daditos de mango, ají, maíz frito, aguacate y cilantro, con ese sabor intenso que da el jugo de lima y con un ligero toque picante.
El ceviche de corvina

Y lasaña de rabo de toro con boletus y trufa. Es una lasaña, diría que especial porque está formada por unas obleas muy finas, parecen fritas, y desde luego no es la típica pasta que podamos comprar en el súper. Entre las obleas, un guiso de rabo de toro y boletus espectacular, con base de salsa de tomate y por encima, queso al grill. 
La lasaña de rabo de toro y boletus

Ha sido una comida intensa y sabrosa, pero siempre hay que hacer un hueco para saborear los postres caseros del lugar, en este caso una tarta de queso, con unos discos de mermelada servidos a parte y no sobre la misma tarta, y dos moras gigantes. El otro postre, mucho más original y elaborado, son unos llamados huesos, que en realidad son unas obleas superfinas y crema de nutella entre ellas, también muy fina y de textura crujiente, aunque algo contundente.

Los huesos de nutella
La tarta de queso







Para finalizar no hay que olvidar la señalización de los aseos, en este caso con el símbolo gigante de la imagen de hombre y mujer, ellas siempre con falda, pero en cristal y sobre la puerta de entrada a ambos aseos, en vez de sobre la puerta de cada uno de ellos. Un toque de originalidad.

domingo, 16 de agosto de 2020

CASA LOBO: Pulpo y panceta.

 

CASA LOBO, a 8 de Agosto de 2020 en la calle Torrecilla del Puerto n.º 5, zona de Arturo Soria, ese urbanista al que debemos la idea de una ciudad lineal, ciudad de chalets y arbolado y bien conectadas a través del tranvía, medio de locomoción de la época.

Estamos en agosto y toca buscar un sitio con terracita donde poder comer al aire libre y disfrutando de la sombra, aunque hay veces en que se está mejor dentro de los locales con en aire acondicionado que en la calle, aunque sea en la sombra. Y hoy hemos tenido suerte, porque aunque hace calor, está un poco nublado y hemos podido disfrutar de nuestra comida al aire libre.

Logotipo de Casa Lobo a contraluz

Mesa con manteles individuales, cubiertos medio empaquetados con la servilleta, platos dados la vuelta y camareros con mascarilla y muy atentos. Como siempre, cervecita y vermut, para empezar a hablar, y como aperitivo, olivas.

Así de primeras, nos encontramos con una carta escasa de platos; encontramos raviolis, croquetas, hamburguesas de wagyu, tempura de verduras... Y para abrir boca nos hemos decantado por un plato de pulpo con panceta porque sonaba rara la combinación de ambos elementos, y ha resultado un éxito total, porque el pulpo estaba en su punto, ni estaba duro ni baboso, como en otros restaurantes, acompañado de trozos de panceta caramelizada, igualmente blandos y en su punto. Plato adornado con cebollino picado y con una deliciosa salsa que podría ser una delicada y suave mahonesa.

Chipirones con panceta

Y de segundo, hemos dudado unos instantes entre pedir cocochas de bacalao o chipirones a la brasa. El camarero nos comenta que los chipirones, al estar cocinados a la brasa, son más sanos, así que pedimos chipirones con salsa romesco de miel y mahonesa ahumada. Un plato con una presentación muy divertida, con un centro de algas verdes y sobre ellos, las patitas de los chipirones fritos y alrededor, ocho piezas de chipirones formando una especie de estrella y bajo ellos, salsa romesco bajo unos (salsa típica de la cocina catalana a base de tomates, almendras, avellanas, pan y ajos), y bajo los otros, la mahonesa ahumada (a la que tal vez se le echo algo de bacon para darle el toque ahumado). Y otra vez, adornado con cebollino. En un primer momento, hemos probado un chipirón sin salsa y ha resultado un tanto soso, pero obviamente, el plato se tiene que tomar mezclando el chipirón con algas y alguna de las salsas, y ha resultado una combinación sabrosa e interesante.

Chipirones en salsa romesco

Y un steak tartar de solomillo “al momento”, carne cruda mezclada con cebolla y pepinillo y un ligero toque picante, y bajo la carne, una sabrosa salsa anaranjada. Y como compañía de la carne, unas delicadas y finas obleas rectangulares con las que tomar la carne a modo de pan tostado sobre el que poner el steak tartar.

El steak tartar con obleas

Queda sitio para el postre, preguntamos si alguno de ellos es casero, y nos decantamos por la siempre socorrida cremosa tarta de queso con helado de mascarpone, servida en copa, con canutillo y con frutos rojos. Y una torrija caramelizada “al momento” con helado de violetas. Es un poco atrevido llamar torrija a lo que nos encontramos: sobre el plato un pedazo de lo que podía ser pan de brioche recubierto de caramelo endurecido, caramelo que se ha debido de hacer "al momento", y que ni está empapado en leche, ni está frito. Le acompaña una salsa ligeramente ácida que podría ser de yogur y que le daba cierta jugosidad y trocitos de pistacho. Y al lado, un delicioso y vistoso helado de violeta y sobre ellos, el canutillo.

La tarta de queso

La torrija caramelizada
La torrija caramelizada











En cuanto a la señalización de los aseos, comentar que es un diseño que ya hemos visto en otros locales: discreto y claro.




domingo, 12 de julio de 2020

TABERNA PEDRAZA: Por toda España.


TABERNA PEDRAZA, a 11 de julio de 2020, en la calle Recoletos n.º 4, calle que sale del paseo de Recoletos, calle relativamente corta y con un gran número de restaurantes, gran variedad gastronómica en pocos pasos.
Vamos a tratar de recuperar ese tiempo que hemos perdido por culpa del bicho en el que hemos estado bajo arresto domiciliario e intentaremos ponernos al día para seguir jugando con los cubiertos y disfrutar de un buen sitio cada cierto tiempo.
En este mes de julio, nos hemos decidido por una taberna que trabaja con recetas y productos de toda la geografía patria: anchoas de Santoña, tortilla de Betanzos, chistorra de Lasarte, jamón de Jabugo, berberechos de las Rías Gallegas, y más.

Entrada a la Taberna Pedraza
Nada más entrar nos encontramos con un adorno curioso, un contador de tortillas, que en el momento de nuestra entrada marca nada más y nada menos que 52.380 tortillas de Betanzos servidas desde el 10 de abril de 2014. Nosotros nos comimos la 52.382.

Contador de tortillas

Junto con la cañita y vermut que pedimos de aperitivo, nos han sorprendido con una sabrosa mantequilla de Galicia, cremosa y nada fría, preparada para untar en los panes tostados que la acompañaban. Y junto a la mantequilla, unas gotas de aceite ecológico, suave y denso, que sobre el pan estaba delicioso. A destacar los utensilios que acompañan a este aperitivo, el pequeño cuchillo para untar la mantequilla y la cucharita para poder coger gotas de aceite sin que se derrame.

La mantequilla, el aceite ecológico y pan tostado

Después de servirnos la cañita y el vermut, esta vez servido en un vaso un tanto escaso, nos decidimos a pedir para degustar esa tortilla de Betanzos, tortilla hecha con patata agria gallega cortada en láminas pequeñas y frita, no pochada, y sin cebolla, y revuelta en cuatro huevos de corral y nada cuajada. Se notaba que la patata tenía ese toque de dureza que tiene la patata frita en los bordes y el resultado ha sido sorprendentemente agradable, incluso a la vista, ese huevo meloso y casi sin cuajar.

La tortilla de Betanzos

No podíamos dejar pasar la oportunidad de probar unas croquetas de pollo con huevo y croquetas de merluza, hechas con una besamel de lo más fina y cremosa que hayamos probado. Finas y delicadas, han resultado un manjar, y apuntar, que se notaba más el sabor del pollo en la croqueta, que de la merluza, que es verdad que tiene un sabor menos fuerte.

Croquetas de pollo y merluza, dos y dos

Acompañando a las croquetas, unos Felinos Mejillones Tigre, que hacía mucho tiempo que no probábamos. Y como las croquetas, un relleno fino y delicado, con sabor a marisco y su toque picante, ese que da la pimienta molida, y servidos sobre pizarra, nada de platos.

Mejillones Tigre

Otra de las especialidades de la Taberna Pedraza son las carnes; en este caso la oferta de carnes son todas de Galicia: chuletón, solomillo, chuleta, pluma, rabo,… Y como un día es un día, hemos querido probar un lomo de vaca rubia gallega madurado durante 11 meses; en definitiva, un chuletón de unos 5 centímetros de grosor y de 1,247 kilos de peso. Ha sido verlo en crudo, cuando nos lo han presentado en la mesa antes de cocinarlo, y pensar que no podríamos con ello; pero ha sido que sí, que nos lo hemos acabado sin chistar. Es curioso el sabor de este chuletón de vaca rubia gallega, porque en verdad sabe a viejo, siendo tierno y jugoso, el sebo del bicho te deja en el paladar un sabor que raspa y que tarda en irse. Y para que no falte de nada, viene acompañado de una fuente de patatas recién fritas, calentitas y crujientes; y no son congeladas.

Chuletón de vaca rubia 
La crujientes patatas fritas















Tenemos poco sitio para el postre, y optamos por pedir uno casero, una quesada, servida en la mesa templada y que no nos ha costado comer en un día de calor como hoy. Quesada casera que me ha recordado a las que tomamos en el viaje a Cantabria, en esos obradores que ofrecían, también, quesadas recién hechas. La quesada se hace a base de huevos, azúcar, mantequilla, ralladura de limón, harina y leche y hay quien le añade yogur o queso fresco, pero creo recordar de cuando estuvimos en la fábrica Casa El  Macho, nos contaron que la quesada se hace sin queso.

La quesada

En cuanto al servicio, comentar una muy buena atención, rápido y con los camareros de uniforme y con el logo del restaurante en la mandil negro. Y todos con mascarilla, claro. Y sobre la mesa, un sobrecito con gel hidroalcohólico, en vez de las antiguas toallitas de limón para quitar el olor del marisco. Los tiempos cambian.


Para terminar, y como siempre, esa señalización de los aseos, carteles a veces originales, a veces de andar por casa. Esta vez sí diría que es una señalización para salir del paso, tal vez porque sólo había un aseo que no distinguía de hombres y mujeres.

lunes, 29 de junio de 2020

GASTRO JAMES: Arroz Señoret en su punto


ST. JAMES, GASTRO JAMES, a 27 de junio de 2020, en la calle Rosario Pino n.º 14-16, muy cerca de plaza Castilla, porque así, entre edificios altos, si divisa una de las Torres Kio, uno de los emblemas arquitectónicos de Madrid.
Dejamos aparcado por unas horas al bicho, al llamado coronavirus, para intentar recuperar un poco de nuestra antigua vida, esa que nos parece ahora tan lejana, esa en la que íbamos a jugar y disfrutar una vez al mes con los cubiertos, a disfrutar de una velada gastronómica. Vamos a intentar recuperar poco a poco una nueva normalidad, esa que tanto echamos de menos.
Y para continuar con nuestras visitas a los restaurantes diferentes, esos que forman parte de nuestro juego hemos escogido una terracita, porque ya se ha echado el calor encima y apetece comer al aire libre, después de tanto encierro.
La entrada a la terraza de Gastro James

La llegada al Gastro James se hace bajo una especie de alfombra de césped artificial, y macetas a los lados; al fondo las mesa de madera bajo sombrillas blancas para protegernos del sol. Hace calor, y bajo la sombrilla se está bien, pero mucho mejor cuando al cabo de unos minutos el sol se esconde detrás de los edificios y se queda una brisa muy agradable, brisa que no impide comer muy a gusto.
Mesa de madera que previamente ha sido desinfectada, nos sentamos, y al poco nos ponen mantel blanco, plato, cubiertos mientras pedimos cervecita y vermut. Para acompañar, nos sirven una crema de queso con tres colines y una quiche de atún muy delicada y sabrosa. Y sin preguntar preferencias, barrita individual de pan blanco para uno y de semillas para otro.
Aperitivo de crema de queso y quiche de atún

Nos traen esa carta que hay que ver con el móvil, y también nos la traen en papel (mejor así para los que la tecnología no es nuestro fuerte). Vemos que la mayor oferta la tienen en arroces y paellas, pero el camarero nos comenta que, fuera de carta, tienen almejas, berberechos y coquinas con su salsa de limón.
Almejas en salsa de limón

Como entrante nos decimos por unas almejas cocinadas con una delicada salsa de limón y un cierto toque picante, y servidas con cilantro, esa hierba tan aromática parecida al perejil. Muy tiernas y sabrosas.
Y de segundo, de entre todas las paellas y arroces que nos ofrece la carta, arroz con bogavante, con boletus, con verduras, con marisco, negro, a banda, arroz meloso, paella valenciana,... nos decidimos por el Arroz Señoret, en el que destaca sobre la paellera, el arroz con ese color tostado y las judías verdes planas, aunque, además, tiene gambas, pollo, magro de cerdo, mejillones y calamares, y servido con una salsa alioli presentada en una salsera para que cada comensal se sirva a su gusto. Un valenciano diría que es un arroz con cosas, y los que no somos de Valencia, diríamos que es una paella mixta, pero lo cierto es que estaba en su punto.
Arroz Señoret

Sitio para el postre; esta vez queremos probar la tradicional tarta de queso, servida con mermelada de frambuesa y un crujiente y cremoso de chocolate con suzette de frutas y sorbete de frambuesa. Se trata de, digamos, dos empanadillas de ligerísimo hojaldre de forma triangular (tipo sambosas etíopes), con relleno de chocolate negro algo amargo y acompañado de frutas en almíbar cortadas en dados pequeñitos y con un toque de canela, y a su lado, el sorbete de frambuesa. Y todo adornado con azúcar glas.

Tarta de queso
Crujiente de chocolate







Servicio atento, todos con mascarillas y distancias entre mesas. Hemos pedido una botella de agua, que nos la han servido en una cubitera como si fuese cava. Cuando me he querido servir más agua, me he tenido que levantar porque desde donde estaba sentada no llegaba, y al verme el camarero, me ha dicho de broma, que ese era su cometido y que le quería quitar el trabajo. La anécdota del día.



Y la señalización de los aseos, me ha resultado muy elegante y original, me atrevería a decir que sublime.


domingo, 8 de marzo de 2020

NURIA es injera y vino de miel


NURIA, a 7 de marzo de 2020, en la calle Manuela Malasaña n.º 6, zona glorieta de Bilbao y aledaños, comercial y de mucho tapeo.
Seguimos con el juego de los cubierto, pero en plan “remenber”, repitiendo esos sitios que, antaño, más nos llamaron la atención. Este mes nos decidimos por un restaurante etíope que ya visitamos en septiembre de 2014, y nos dejó una muy grata impresión, una comida sabrosa, servida de forma diferente y en la que no se utilizan cubiertos, se come con las manos utilizando unas obleas de pan con las que empujar la comida.
Mesob etíope en el que se sirve el menú degustación

Como siempre, nos preguntan que si queremos algo de beber; preguntamos que si tienen alguna cerveza o algo típico de Etiopía, y como resulta que no tenían cerveza de allí, nos han ofrecido vino de miel, oferta que hemos aceptado. Nos lo han servido en una botellita pequeña y de cuerpo rechoncho, sin vasos, y sólo una botella, nos propone el camarero, porque primero había que probarlo, por si no nos gustaba. Y sí, es un vino especial, con un grato sabor a miel. El camarero no se ha quedado muy convencido, porque a mí me ha ofrecido una cerveza, (supongo que española) y le he dicho que no, que seguíamos con el vino de miel.

Botella de vino de miel

El menú degustación que nos han servido, en esa especie de cazuela de juncos de colores, es la base de la comida etíope, con pollo, cordero, ternera y verduras, todo ello guisado, cada plato con su salsa especial y servido en un bandeja como la que usan lo camareros para servir las bebidas, y encima de la bandeja una fina capa de injera, una especia de crepé o pan plano hecho de un cereal que se cultiva en Etiopía, que se llama teff, uno de los cereales más pequeños que existen. Y sobre la injera, el guiso de carnes y verduras, en porciones separadas y acompañado, además de lechuga, tomate, queso fresco, patatas hervidas, puré de lentejas y zanahorias.

Menú degustación de NURIA

Además de la injera sobre la que se coloca el guiso, la bandeja viene acompañada de una injera para cada uno aparte, que sirven a modo de cuchara: se corta un pedazo de injera, pongamos que del tamaño de un billete de cinco euros, y con ella se envuelve la comida y se lleva a la boca. Con las manos, sin accesorios, y después, un trago de vino de miel.
Hemos empezado a cortar pedazos de injera y a envolver los distintos tipos de comida con ella, ahora el pollo, ahora el huevo, ahora esa ternera cortada en trozos pequeños y algo picante, ahora patata; y así lo hemos comido, saltando de sabor en sabor.
Así se come en un etíope

Con el menú degustación podíamos escoger un entrante y éste han sido unas sambosas, esa especie de empanadillas triangulares de masa hojaldrada frita rellenas, esta vez, de carne picada y de lentejas, y servidas con una salsa algo picante.
Sambosas de carne y lentejas con salsa picante

Junto con el menú degustación nos han servido de postre unos rollitos de hojaldre con miel, típicos de la cocina árabe, con trocitos de pistacho. El hojaldre estaba muy bien conseguido, con las capas nada apelmazadas y en los que se notaba el intenso sabor de la miel. Algo contundentes.

Rollitos de hojaldre y miel

NURIA es un restaurante sencillo, decorado con elementos de la cultura etíopes, con servicio de camareros muy ambles, pero que nos han traído la cuenta antes de pedirla y que incluso no nos han preguntado si queríamos café. Y es extraño, porque la cultura del café está muy extendida y arraigada en Etiopía, café que suele ser de muy buena calidad, y combinado con cardamomo, más aromático todavía. Ha resultado, cuanto menos, curioso, aunque, tal vez tenían demasiadas reservas para el día de hoy.



Para terminar, la señalización de los aseos, correcta y muy aclaratoria en el baño de las chicas, con puertas pintadas de rosa-rosa, porque en el de los chicos, no había puerta. Otra de las curiosidades del local