PICOROCO, a 14 de diciembre de
2019, en la calle Orellana n.º 19, zona de Tribunales,
Es casi invierno y empieza a hacer frío, por lo que apetece y mucho, un plato de cuchara. Y Picoroco
se nutre de la cocina tradicional vasca, y en los
productos de temporada, todo de la chef Itxaso Elosegui. Su cuna ha sido todo lo aprendido de la cocina casera, lo que siempre hemos llamado, la
cocina tradicional vasca de la abuela.
El nombre de Picoroco se debe
a un crustáceo del mismo nombre muy famoso en Chile; es de la misma
familia que el percebe y les une cierta semejanza en la forma, y
como tal, también vive en colonias.
Colores muy cálidos en la
decoración, mesas con mantel y servilletas de tela, cubiertos de
diseño y copa para el vino, todo muy cuidado y con mucho detalle. Sin olvidar esas lámparas tan originales.
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Interior de Picoroco |
Y en verdad es un sitio
tranquilo, en una calle tranquila del centro de Madrid; los camareros
muy atentos, preguntando cada cierto tiempo si la comida era de
nuestro agrado, y aunque entre plato y plato, tengo la sensación de
que han tardado más de lo debido en servirnos, tengo la sensación de
que es debido a que todo en la carta es casero y el toque final lo hacen
en el momento. Y eso se lleva su tiempo.
Como siempre, nos preguntan
que si queremos algo de beber, y nos decantamos por un Nestea
fresquito, y por una tisana caliente, un te rooibos o te rojo sudafricano. Es la primera vez que pedimos algo
caliente como aperitivo, y la verdad es que ha entrado muy bien en un
día frío. Nos han puesto de aperitivo una cazuelita de crema de
calabacín y acelga, aderezado con una pizca de crema de lentejas,
que le daba una pincelada de color marrón entre tanto color verde.
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El aperitivo de crema de calabacín y acelgas |
La carta que se nos presenta es muy interesante, con sus apartados de picoteo, entrantes,
cuchareo, pescados y carnes, sin contar postres y carta de vinos.
Y mientras van preparando los
entrantes, pedimos unas patatas bravas de picoteo y puedo afirmar que
hacía mucho tiempo que no tomaba una patatas con esta fritada tan
especial, recién fritas, calientes, blanditas por dentro y crujientes por fuera,
con su salsa brava pelín picante, adornado con un chorro de mayonesa
y su toque de cebollino. Únicas y especiales.
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Las irrepetibles patatas bravas |
Continuamos con un sopa de pescado a la Donostiarra, sopa que nos han servido en plato de cerámica,
sopa espesa en el que nadan pedazos de pescado y a la que no le hace
falta ni fideos ni arroz. Tiene una sabor y un color que no
terminamos de identificar, la camarera pregunta a la chef, y a parte
del caldo con los mariscos, su cebolla y tomate, tiene pan opaco, que
no sabemos lo que es, pero apostamos por el pan de centeno, más que
nada por el color del caldo.
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La sopa de pescado a la Donostiarra |
Terminamos que unos callos con
nido de patatas paja, unos callos calientes, cortados en trozos
pequeños, acompañados de jamón y chistorra, y aderezado de tomate,
pimiento seco y cebollino. No puede faltar ese toque intenso y algo
picante de los callos en Madrid.
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Los callos sobre nido de patatas paja |
A compartir también un arroz
meloso con pedacitos de oreja de cerdo y trompetas de la muerte, esa seta de color negro. Un
plato curioso, porque destaca sobre todo el sabor intenso de la seta
sobre la oreja ibérica, incluso sobre el arroz con el toque de cebollino. Una
receta especial.
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El arroz con oreja y trompetas de la muerte |
De vez en cuando, los
camareros se pasaban por las mesas ofreciendo rebanadas de pan de
cereales muy tierno.
Después de la intensidad de
los callos, nos quedaba poco hueco para el postre y el poco hueco que
quedaba, hemos decidido llenarlo con un hojaldre de manzana casero
recién hecho, servido templado, acompañado de una bola de helado de
mango y una frambuesa. Una tarta sobresaliente.
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El hojaldre de manzana |