sábado, 17 de agosto de 2019

DOÑALUZ: Sube al Madrid latino


DOÑALUZ, a 15 de Agosto de 2019, en la calle Montera n.º 10 de Madrid, zona Sol, centro, centro; centro neurálgico de la ciudad.
Es verano y toca disfrutar de una cena en una terracita de la capital, desde la que tener una buena vista de la ciudad y de paso, comer bien.
Después de una tarde calurosa, buscamos a DoñaLuz por la calle Montera; y nos ha costado trabajo encontrarla. Hemos tenido que sortear las mesas de una terraza en la calle, tocar el timbre de un portero automático, atravesar un pasillo (eso sí, muy bien iluminado con anuncios luminosos del restaurante) y después de subir hasta el quinto piso en el ascensor, aparecemos en DoñaLuz.
Cartel del restaurante en el pasillo de entrada

Nos sitúan en una mesa orientada al oeste, y en ese mismo momento se está poniendo el sol por entre los tejados de la capital; allí, tras las montañas de las estribaciones de la Sierra de Guadarrama. ¡Qué lujo, una puesta de sol, y el famoso reloj de la Puerta del sol ante nuestro ojos! Y una torre iluminada que creemos identificar como el hotel que hay en la plaza de Santa Ana.
El reloj de la Puerta del Sol desde la terraza de DoñaLuz

Madrid no se ve igual desde las alturas que a pie de calle.
Nos atiende un camarero muy atento, al que pedimos algo fresquito, como un mojito y un coctel especial DoñaLuz Gold. Después de la tarde calurosa, esos cócteles a tope de hielo en forma de daditos y su base de hierbabuena, ha sido un deleite veraniego en toda su extensión.

La decoración de la terraza no merece ninguna valoración, algunas macetas, algún farolillo, pero es que tampoco le hace falta; ese reloj de la Puerta del Sol iluminado y su bola por toda decoración, que casi lo tocas con la mano, y sobra cualquier otro artificio. Mesas sin manteles y platos de diseño, con sus cubiertos, que por cierto, no hemos utilizado; comer con las manos al anochecer también es una gozada.
El DoñaLuz Gold y el mojito muy fresquitos

Vemos que lo que prima es la gastronomía latina, y decidimos pedir tres entrantes o sabores previos,  que llaman ellos, para terminar con unas arepas (tortitas de maíz). El camarero nos ayuda para cambiar lo que hemos elegido, porque parece que hemos escogido dos platos de la carta con una base de patatas; así que al final, escogemos tres sabores previos, y luego se verá si pedimos algún sabor principal (que en DoñaLuz llaman así, en vez de segundos platos).


Antes de que nos traigan los platos, nos sirven en una, digamos, cazuelita, poco práctica todo hay que decirlo, porque no tiene buena base y se mueve mucho, de unas gotas de oro verde de Montserrat, aceite de aceituna pequeña, y sabor excelente, que invita a mojar ese pan tierno que nos han traído.
El oro verde de Montserrat en su platito/cazuelita

Escogemos unas lágrimas de pollo al estilo cajún con alioli de lima y cilantro. Estamos ante unas tiras de tierno y crujiente pollo, pollo que ha sido marinado en leche y limón unas horas y luego empanado con harina de maíz y distintas especias e incluso kikos molidos, estilo cajún, con una base de patatas en gajos, y lo acompaña una salsa verde, la de cilantro y lima. Y es curioso, porque es una mayonesa muy suave, en el que los sabores fuertes del cilantro y la lima no destacan; será para no enmascarar el rico sabor del pollo.
El pollo estilo cajún

Otro de los sabores previos que pedimos es el guacamole, jalapeños (ese pimiento pequeño y picante), dados de salmón y totopos de maíz, o lo que nosotros llamaríamos nachos. Y así, sobre una fuente redonda, llena de nachos y sobre ellos, el guacamole, y esa mezcla tan colorida de trocitos de tomate, pimiento rojo, salmón, cebolla morada y aros de jalapeños (que yo aparto porque no me apetece el picante). Y en el centro, una crema blanca y ácida, que parecía un queso de yogur ácido. Untar el nacho saladillo, y a la vez con ese toque picante que le da el roce con el jalapeño, con la crema agria, ofrece una mezcla de sabores muy interesante. Han servido a parte una salsa de la que nos han dicho que tengamos cuidado porque picaba un poco. La hemos probado, y no la hemos encontrado tan picante, aunque tampoco sabemos qué tenía,
El guacamole y los nachos con su crema agria

El tercer entrante lo dejo para el final, aunque nos los sirvieron los tres juntos, en el mismo momento. Y es que se trataba de unos tequeños de guayaba (fruta de piel verde y carne roja muy rica en vitamina C) con salsa agridulce. Los tequeños es un plato típico venezolano, que son canutillos fritos (hechos con una masa de harina, mantequilla, huevo y agua), rellenos esta vez con un membrillo de guayaba, que el saborearlos, daba la impresión de estar comiendo chocolate. Y como en el plato anterior, esa mezcla dulce con la salsa agridulce, ofrecía una mezcla de sabores muy especial. Viene acompañado de plátano frito en rodajas muy finas. Buenísimos.
Los tequeños de guayaba y la salsa agridulce

Y por eso yo los he dejado para el final, porque no pudimos pedir las arepas, que ya no nos entraban, y de paso, a mí me sirvió de postre.

Y la señalización de los cuartos de baño, en este caso, se trataba de una única puerta con los tres emblemas clásicos, eso sí, de colores y muy alegres. Un toque de color sobre una sobria puerta, aunque hay que hacer notar el estereotipo de hombre-azul, mujer-rosa, pero simpático.