domingo, 28 de abril de 2019

BIZIKLETAK: Hay que ir y probar


BIZIKLETAK, a 27 de abril de 2019, en la calle Meléndez Valdés n.º 52 de Madrid, Moncloa, zona Universitaria, de exámenes y protestas, apuntes y fotocopiadoras, cañas y buen rollo.
Se trata de un restaurante, o gastrobar según su página web, que mezcla cocinas vasca, catalana, mejicana y peruana.
La entrada del local y su logotipo
¿Y qué es un gastrobar? Pues según los entendidos, un local en donde sirven tapas de autor, con un toque distinguido, añado yo. La intención es acercar la alta cocina a las clases populares a un precio asequible. Cuando has tomado pinchos en San Sebastián y Bilbao, puede parecer una sutil copia de los pinchos, pero en plan tapa, o servido en plato, para más comodidad.
Estamos en un restaurante pequeño, con pocas mesas y con una decoración con tonalidades muy acogedoras, suaves. Nos llama la atención esos espejos con forma de ventana, o ese sillín de bici a la que se le han añadido dos herramientas de mecánico y parece la cabeza de un venado con sus cuernos. O las lámparas, ruedas pequeñas de bici, incluso esas fotos pequeñitas de platos de comidas.

Ya sabemos que no hay menú en la carta y que todo es a base de tapas, así que después de mucho dudar decidimos que con cuatro tapas a compartir, tendríamos suficiente, porque como siempre digo, hay que hacer hueco y probar los postres.

El huevo campero con setas y purés trufado
Lo primero que nos ponen sobre la mesa, después de matar la sed con una cerveza Calatrava (de Ciudad Real, como no podía ser de otro modo) y unas patatas fritas con salsa de aperitivo, nos sirven un huevo campero con puré trufado, setas de temporada y cebolla frita en una minicazuelita. Y sí, se distinguen perfectamente todos los ingredientes, se ve el huevo y la cebolla frita y se saborea ese puré con el gran sabor y aroma de la trufa. Empezamos con buen pie.

Los ravioles de lámina de chocolate
Le siguen los raviolis de lámina de chocolate relleno de molleja de cordero y hongos en salsa Pedro Ximenez. Tal vez haya sido la tapa más impersonal, porque no se distinguían los componentes, léase el chocolate o la molleja de cordero, pero sí hay que hacer hincapié en esa salsa Pedro Ximénez, que le da un toque dulzón al plato.
Continuamos con el rollito de arroz relleno de txangurro con salsa de jengibre. Nos sirven cuatro rollitos que intentamos comer de un bocado. Y otra vez notamos y saboreamos perfectamente ese txangurro y esa salsa de jengibre (con ese toque singular entre picante y dulce), con la cobertura de arroz y pedazos de lechuga en su interior. Tal vez la tapa que más nos ha gustado.
El rollito de arroz con txangurro
El steak tartar al homo 
Y por último, casi, nos ponen sobre la mesa un steak tartar al humo. Tapa muy peculiar, pedacitos muy pequeños de carne con cebolleta, pepinillo y alcaparras, servida en plato de pizarra y sobre él, una campana de cristal transparente. Nos dice la camarera que lo dejemos reposar un minuto, y cuando levantamos la campana, ¡qué olor a humo de chimenea! Increíble.

El bao de cochinita pibil
Parece que los cuatro platos que habíamos pedido al principio, se nos han quedado cortos, por eso pedimos un bao mexicano con cochinita pibil y cebolla morada. El bao es una especie de pan de mollete pero más esponjoso, que, relleno de cochinita pibili, (ese cerdo asado y desmenuzado, aderezado con achiote, que le da ese color rojo) resulta junto con la cebolla morada, un plato espectacular y sabroso para el final de la experiencia.
El bizcocho de queso Idiazabal y helado

Los postres. Si buenas, sabrosas y bien presentadas estaban las tapas, hay que hacer una mención muy especial al bizcocho de queso Idiazábal, con helado de nueces y pedacitos de manzana confitada. Cada ingrediente por su lado, una maravilla, pero juntos en un sólo bocado, de saltarse las lágrimas del placer.
El chocolate con sal y pan

Y otro postre, bolas de chocolate con sal sobre pan y aceite de oliva, con un ligerísimo toque de jengibre. La mezcla del chocolate con la sal, aunque pueda parecer una excentricidad, es un excelente maridaje.


Siempre hago mención a la señalización de los aseos, y en este caso, con dos trazos y un punto, han marcado las siluetas de  ellos y ellas. 

También quiero destacar el logotipo del local, un diseño mezcla de bicicleta, platos y cubiertos, muy  sencillo y muy bonito.

El original emblema de Bizikletak