domingo, 11 de noviembre de 2018

LA MADREÑA: Un cachopo suspenso y una sopa notable.


LA MADREÑA, a 10 de Noviembre de 2018, en la calle Bronce nº 4, la zona nueva de Arganzuela cerca de Legazpi, mucha casa nueva, mucha urbanización cerrada; tiendas de conocidas marcas, pero impersonal, sin vida y sin alma.

Auténtica cocina asturiana, recetas tradicionales y excelentes materias primas, así se anuncian en su página. A destacar la fabada (que en otoño entra muy bien) y diez clases diferentes de cachopos.

Sobre la mesa
Tengo que contar que la primera vez que escuché el nombre de cachopo, fue en una comida familiar hará unos 7 años, en un restaurante de Fuenlabrada. Hasta ese día, yo no sabía lo que era ese pedazo de carne, y eso que he pasado muchos veranos en Gijón, en los que sí se comía fabada. Pero a partir de ese día lo he oído en numerosas ocasiones, y este mes ha sido el elegido para probarlo en uno de los restaurante de Madrid con cierto renombre.

La Madreña es un restaurante con unas 15 mesas, con su mantel y servilletas de tela, con una de las paredes de piedra, otra es un gran ventanal y otra una gran cristalera; iluminación suficiente. Madreñas por aquí (¿también llamadas zuecos?), y ruedas por allá.

El queso azul en monodosis
Lo primero, como siempre es preguntarnos si queremos algo de beber antes de pedir, a lo que decimos que sí (vermut y mosto en el día de hoy) y nos lo acompañan con un aperitivo que resultan ser unos mini bricks de queso azul, de tacto muy cremoso y sabor muy delicado (si se puede decir que el queso azul tiene un sabor delicado), para untar en unas mini tostas. Original.


Las fabes con perdiz y el pan de centeno
La sopa de marisco en cazuela
En todas las comidas de Jugando con los Cubiertos, intentamos pedir unos entrantes a compartir entre los comensales, pero esta vez nos hemos decantado por pedir cada uno un plato de cuchara de primero, difícil de compartir y degustar dos de los diez cachopos de segundo. Y nos decidimos por una sopa de marisco y unas fabes con perdiz, ambas servidas en unas cazuelitas con su cazo para que cada uno se vaya poniendo en el plato lo que desee. 

La sopa de marisco llevaba sus langostinos, su sepia y sus almejas, sin fideos ni arroz (no lo necesitaba ya que solo el caldo era bastantes espesito) y estupendo de sabor. En cuanto a las fabes con perdiz, han resultado de un sabor un tanto corto, aunque muy tiernas. 

Los raviolis con perdiz y trufa
Detalle del ravioli
Y dejo para el final de los primeros unos raviolis con perdiz y trufa, en realidad cuatro raviolis del tamaño de dos cajas de cerillas pequeñas, sugerencia del chef, (que no parece que sea un plato asturiano típico), con crema de nata, pimienta y con muchas muescas de trufa, que le da a la salsa ese sabor tan especial y característico. Y de adorno un coqueto tomate cherry. Sabroso y de mojar pan.

Vamos con los segundos: cachopo de ternera rosada con cecina y queso la peral y cachopo de ternera rosada con jamón y queso trufado. Empezamos por el cachopo con cecina porque es el primero que sirven. El cachopo es un filete de ternera con dos cortes y rellenos de jamón y queso, generalmente. 

El cachopo de cecina y queso la peral
Pero en La Madreña lo sirven en una especie de rollo y cortado en cuatro pedazos del tamaño de unos siete centímetros. Pero el rey de La Madreña, el cachopo, ha resultado un pedazo de carne duro, con nervios y frío; sí que se notaba el sabor de la cecina y el queso, pero la dureza de la carne se llevaba todo el protagonismo. Y qué decir de las patatas, se notaba que llevaban un tiempo fritas, estaban revenidas y no muy calientes.
Cachopo de queso trufado y guarnición

El cachopo de queso trufado no estaba tan duro ni frío, pero la decepción flotaba entre platos y vasos. Estuvimos un rato mirándonos intentando justificar el pase y el dinero invertido.

Como estamos en un restaurante asturiano decidimos regar los sabores con una sidrita de la zona. Estaba dulce, suave y fresquita, con un tapón especial para escanciar. Correcta.

La estupendísima tarta de queso
Las filloas de crema a la naranja
Y pasamos a los postres con cierto resquemor, pero como siempre, preferimos arriesgar y pedimos flan con nata, tarta de queso de la abuela y filloas de crema a la naranja. Pero el camarero, muy en su papel, nos dice que es mucho y decide por su cuenta que no nos va a servir el flan (¿cómo podemos interpretar ese detalle?). Resultó mejor así, porque con una tarta de queso estupendísima de sabor, más alta que las tradicionales y con la mermelada a parte, y unas filloas de crema pastelera con poco sabor a naranja, tuvimos bastante.

Servicio esmerado y atento; ante nuestras preguntas sobre ingredientes o modos de presentación, no han dudado en preguntar en cocina.

El final; la señalización de los baños resultan unas figuritas decapitadas, en las que se distingue perfectamente un vestido para el aseo de señoras, creo. El resto puede resultar obvio, pero me pregunto, ¿las personas que no usan ni falda ni vestido tienen que entrar en el aseo que se entiende es de caballeros?.

Como resumen de la jornada, decir que hemos tenido experiencias mejores, y por varios motivos, resultó decepcionante y para olvidar.