DON LISANDER. 7 de Abril de 2018, en la calle Infanta Mercedes nº 92. Nos encontramos con un restaurante
italiano al uso: pasta fresca y pizzas, sobre todo, y situado muy
cerquita de plaza Castilla, así que casi podemos tocar con la mano
las Torres Kio.
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Unos cuadros de la decoración en un aseo |
La
decoración del local me recuerda a otros restaurantes italianos, con
cuadros de coches y motos, recurrente, e incluso una hélice de no sé
que vehículo, en las escaleras de bajada al piso inferior. En la
mesa nos espera una botella de aceite que resulta ser de Jaén.
Entre
que miramos la carta y nos traen las bebidas, nos ponen en la mesa un
entrante con unas rodajas de salchichón y unos colines cortitos y
extragruesos, que luego nos cobrarán por ello 3 euros. ¡Vaya!
Nos
disponemos a pedir y nos dice la persona que nos toma nota que fuera
de carta tienen alcachofas y …. adjudicado, para nosotros las
alcachofas, porque sólo queda una ración y a nosotros nos privan.
También pedimos como entrantes y a compartir una pizza lisander y
una ensalada Cosa Nostra.
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Los entrantes |
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La pizza lisander fina, fina |
Las
alcachofas, rebozadas y con una salsa de tomate casero en el centro
para mojar, espectaculares, parecía una tempura ligera. La ensalada
llevaba rúcula (con ese sabor tan peculiar) bacon, nueces, queso
parmesano en láminas y acompañado de una pipeta con su vinagre
balsámico (supongo que de Módena) para servir al gusto. Original. Y
la pizza lisander, hecha de masa muy, muy fina (aunque yo prefiero la
masa un poco más gruesa), con su tomate y queso, y con huevos de
codorniz y salchichas, servida en una tabla de madera. Por supuesto
que me quedo con las alcachofas, a las que tal vez, les faltaba un
pelín de sal.
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Agnolottis de espinacas |
De
segundo pedimos dos platos de pasta fresca y escalopines a la
marsala, estos, sin empanar y acompañados de una crema de patata
deliciosa. Uno de los platos de pasta fresca eran linguini, para mí
fetuccinis, con salsa de setas y trufa. Y el otro eran agnolottis,
una especie de raviolis de color verde, pero mucho más grandes y
redondos, rellenos de crema de espinacas, con una bola de queso
mozarella en el centro, frutos secos y una especie de salsa pesto
como base. En un principio parecía un plato algo soso y seco, pero
según avanzas en la cata, si se acompaña con una porción del
queso, un poco de nuez y una pasa, mejora enteramente la prestancia
del plato.
En
cuanto a los linguini, nos pareció el plato mejor conseguido; esa
salsa de nata con champiñones y ese sabor intenso de la trufa era
difícil de superar.
Y
para que no nos falte nada, acompañamos el segundo plato con
focaccia, o masa de pan muy fina o la masa de la pizza con una pizca
de aceite y orégano.
Siempre
dejamos sitio a los postres, porque una comida de este tipo no está
completa si no degustamos los postres caseros que nos ofrecen. En
este caso nos decantamos por el chantilly, (crema ligera de merengue,
nata, vainilla y canela, con helado de frutos rojos), un postre muy
fresco y sabroso, el famoso tiramisú, servido en un vaso corto de
cristal y la tarta de limón.
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La original tarta de limón |
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Los postres ricos, ricos |
Y
ahora lo memorable, imaginaros la escena, porque a nosotros se nos
pusieron los ojos como platos: viene la camarera y pone una cuchara a
cada uno y a uno de nosotros, además, un mantel personal de plástico
fino. ¿Para qué? Pues bien, a continuación pone en la mesa una
bandeja en la que hay un molde redondo, especie de picatostes que
resultaron ser galleta y dos mangas pasteleras, una con crema de
limón y otra con merengue . Pone el molde en el centro del
mantelito, a continuación los picatostes/galleta de base, después
la crema de limón, por encima el merengue y por último lo flambea.
Todo en nuestra mesa; y como es la primera vez que vemos una
presentación así, pues nos quedamos pasmados y sorprendidos y
encima estaba estupendo de sabor.
Con
relación al servicio de mesa debemos considerarlo correcto, aunque
no es de recibo que te cobren un servicio de entrantes, que ellos
denominan aperitivo, que no has solicitado.
A
considerar, también, que el agua que nos sirvieron era Acqua Panna,
de la Toscana. Un detalle que se escapa en el aceite.
Y
por último tenemos el tema de los baños y su señalización. Parece
que con un símbolo no había suficiente y había que poner dos, el
tradicional de la silueta señora/señor y una foto de los años 50
de un actor/actriz (?) en bañador. Parece que el tema de la igualdad
de género no está muy bien compensada: el en actitud deportiva y ella como posando. Aunque es original, chirría un poco.
En
definitiva, una experiencia culinaria más que notable.